Afortunadamente a los constituyentes no se les ocurrió permitir la reelección del Presidente de la República, aunque sí permitieron la reelección de diputados, alcaldes y corporaciones municipales, lo cual es uno de los elementos más importantes en cuanto a que las cosas, sobre todo en el interior del país, sigan azotadas por la corrupción más vergonzosa.
Los que ya fueron alcaldes o diputados, son como los que ingresan por primera vez a una granja penal, de la Municipalidad, el Congreso o la cárcel, salen con nuevas y mejores mañas aprendidas durante su estancia por esos sitios para continuar con su racha de ilicitudes, fuera de que ya aprendieron también cómo disfrutar la impunidad que nos da un sistema de justicia débil y corrupto.
Recientemente, en varios medios de comunicación se da a conocer la extensa lista de diputados y alcaldes que van en busca de la reelección, no para «sacrificarse» una vez más por el pueblo pendejo que los reelige, sino para que fluyan, abundantemente, más y mejores oportunidades de hacer dinero sucio.
Es raro que los sociólogos, politólogos, y demás analistas no hayan estudiado este fenómeno que ahora se da con mayor incidencia, por lo que un ignorante como yo, tratará, muy brevemente, de hacer algunas reflexiones.
¿Por qué los partidos abren sus puertas a la reelección de lo viejo mal conocido y no a la renovación con valores nuevos y sanos? La primera respuesta, al actual sistema de partidos, que ha viajado de la mano con el crimen organizado y no organizado, que ha disfrutado del tráfico de influencias, de la corrupción y de la impunidad, necesita miembros ya conocidos que sigan su misma «línea ideológica de conducta», así como también percibir una parte de las ganancias que sus adeptos van a recibir y les van a entregar, mientras se cambian de camisa.
Lo segundo es que quienes ya han ejercido este tipo de cargos, le encontraron el «sabor a la guayaba» porque disfrutan no solo de dinero, sino de poder y gozan, insisto, de impunidad absoluta. Facilitándoseles aliarse con el crimen en todas sus formas para utilizar su influencia y su mando, para realizar cuanto negocio sucio se les presenta.
La tercera razón para no renovar a los dirigentes y los partidos es responsabilidad de nosotros, los ciudadanos, que no nos atrevemos a lanzarnos al pantano por temor a hundirnos y dejamos que otros hagan la tareas sucias, sin proponer NUEVAS soluciones, NUEVAS temáticas y alternativas y de verdad, una nueva forma de hacer política. Que cuesta, cuesta, pero bien vale la pena llevar honradez y dignidad a la política, que no es la mala, sino lo son, los políticos.
La cuarta razón es que quienes ya han sentido el exquisito sabor de esa guayaba, quieren seguir degustándola y están dispuestos a matar (como ya ha ocurrido), por no soltar ese manjar tan apetitoso.
Hay muchas razones que ustedes pueden pensar, imaginarlo y comunicarlo. Sí quiero aclarar que no todos los políticos actuales son deshonestos: hay escasísimas excepciones. Yo quisiera conocerlas.