Rendición de cuentas



Sin duda alguna las obras del Aeropuerto La Aurora constituyen el gran proyecto de este gobierno y por ello el gusto que se le nota al mandatario cada vez que visita el lugar para constatar el avance. Sin embargo, así­ como puede ser la gran carta de presentación, puede convertirse en el mayor problema porque están saliendo a luz demasiados hoyos en el manejo del proyecto y la rendición de cuentas será crucial porque son demasiadas las nebulosas existentes.

De entrada, la decisión del Gobierno de ejecutar la obra usando los «servicios» de la Organización de Aviación Civil Internacional es ya un pelo enorme en la sopa, porque eliminó la transparencia. Uno pensarí­a que el Gobierno tení­a tanta urgencia por ejecutar los trabajos que prefirió quedar en entredicho por la imposibilidad de auditar los gastos, pero la verdad es que existen demasiadas sombras alrededor de un proyecto que tiene que ser explicado con propiedad y claridad.

No nos tragamos la patraña de que esas entidades internacionales están blindadas contra la corrupción y que los extranjeros que las representan en nuestro paí­s están más allá del bien y el mal. Son gente como la que hay en cualquier lugar del mundo y que, en arca abierta, pecarán como cualquier justo. Y lo que existe en nuestro paí­s es una carta blanca para que los burócratas internacionales manejen millones sin preocuparse mucho por la rendición de cuentas porque ese detalle no forma parte de las exigencias de nuestro paí­s cuando se les entregan enormes sumas de dinero para que las manejen.

El Aeropuerto La Aurora será, sin duda alguna, el gran recuerdo que dejará Berger para la posteridad porque está llamado a brindar servicio por varias décadas. Pero también puede ser un gran monumento a la corrupción si no se exige que la OACI rinda cuentas al centavo de cómo han manejado el dinero porque tanto sus funcionarios como la contraparte guatemalteca se están amparando en la inmunidad para generar impunidad.

No se trata de prejuicios, sino de entender las cosas en su justa dimensión. Si el Gobierno quiere dejar la sensación de transparencia en el manejo de esos cientos de millones, tiene que ganársela mediante la apertura pública del estado de las cuentas, sobre todo tomando en consideración que hasta dinero que iba a servir para la educación pública fue desviado para que lo administrara la Organización de Aviación Civil Internacional en una forma tan discrecional que ni siquiera se somete a las auditorí­as normales del paí­s, no obstante que la Constitución otorga a la Contralorí­a de Cuentas facultad para auditar cualquier erogación que se haga de fondos públicos, sin excepción alguna por la naturaleza de la unidad ejecutora del gasto. Queremos cuentas claras para que la única obra faraónica no se manche por la suspicacia y la duda.