Tenemos entendido que con motivo del 67 aniversario de la Revolución de Octubre, el gobierno del presidente ílvaro Colom, ha organizado un acto en homenaje a la memoria del expresidente, coronel Jacobo Arbenz Guzmán, derrocado en junio de 1954 por una invasión de mercenarios organizada y alentada por una poderosa compañía bananera de Estados Unidos con el apoyo de la Casa Blanca y de la CIA, bajo el pretexto de que era un gobernante comunista.
En torno a la figura del coronel Arbenz se han dicho muchas ingratitudes como parte de una campaña orquestada para estigmatizar su actuación al frente de uno de los pocos gobiernos progresistas que ha habido en Guatemala. Consideramos que aunque tardío, el homenaje al expresidente constituye un acto de justicia para reivindicar su memoria situándolo como lo que fue verdaderamente, un estadista futurista y muy talentoso, que buscaba un mejor destino para el pueblo de Guatemala.
Luego de transcurridos 57 años de la caída de su gobierno mediante una agresión armada criminal y cobarde, es importante señalar que el coronel Jacobo Arbenz Guzmán ha sido, sin duda, el Presidente más nacionalista de la historia patria, pues quiso cambiar a Guatemala, pero su intento fue congelado por las pasiones desatadas por la Guerra Fría.
En las últimas semanas he estado leyendo el libro LA ESPERANZA ROTA del autor italiano Piero Gleijeses, Profesor de Política Exterior de los Estados Unidos en la Escuela de Estudios Avanzados de la Universidad de Johns Hopkins de Washington D.C. Esta obra tiene el mérito que analiza en forma brillante, el papel determinante de la intervención estadounidense en el derrocamiento del expresidente Arbenz.
Gleijeses resalta las causas internas de la derrota. Por un lado, el acomodamiento, las fallas y limitaciones de los dirigentes de los partidos supuestamente revolucionarios de la época, distraídos en luchas e intrigas intestinas por el oportunismo, la avaricia y la ambición de poder. Por el otro, la oposición de élites oscurantistas, el oportunismo de militares hambrientos de poder, que llegado el momento, no tuvieron escrúpulos y traicionaron a su Presidente y al pueblo de Guatemala, poniéndose de alfombra al servicio de los intereses extranjeros y de la oligarquía local.
Sobresale el pequeño grupo progresista encabezado por el presidente Arbenz, defendiendo con la reforma agraria, las causas de las mayorías. Luego de más de medio siglo, es oportuno subrayar que el expresidente Arbenz no era comunista y que su estrategia fue la de un desarrollo capitalista independiente para mejorar el nivel de vida de las mayorías empobrecidas, pero desafió poderosos intereses y por eso lo derribaron.