Miles de estudiantes de la Universidad Virginia Tech volvieron a clase este lunes, en medio de llantos y abrazos, una semana después de que un compañero matara a 32 personas en el tiroteo más sangriento de la historia de Estados Unidos.
El campus quedó en silencio a las 09H45 cuando miles de estudiantes y empleados se reunieron en torno a un memorial improvisado para una ceremonia de homenaje a los fallecidos.
Un campanazo sonaba lentamente cada vez que uno de 32 globos blancos -por cada víctima- era soltado hacia el cielo azul.
Luego fueron soltados 1.000 globos marrones y naranjas, los colores de la universidad, como símbolo de la determinación de los estudiantes a terminar el año lectivo, del cual restan dos semanas.
Antes del inicio de las clases, a las 07H15 -la misma hora en que Cho Seung-Hui inició su ataque- un pequeño grupo de estudiantes se reunió para una conmemoración silenciosa en un predio no lejos del dormitorio donde murieron las primeras dos víctimas.
Casi vacío desde que las clases fueran canceladas tras el ataque de Cho en dos edificios de la institución, el 16 de abril, el campus de este pueblo rural del sur de Virginia comenzó a llenarse el domingo a medida que los estudiantes, muchos con sus padres, volvían a la universidad.
La estudiante de primer año Adriana Gonzalez dijo que estaba nerviosa en vista de retomar las clases, tras haber tenido que encerrarse en el edificio donde estaba cursando una materia, justo al lado del Norris Hall, escenario de la masacre.
«Tengo que tomar el mismo camino que el lunes pasado» para llegar a clase, dijo Gonzales a poco de regresar de su casa en Alexandria, Virginia, cerca de Washington.
David Anderson, un estudiante de postgrado del estado de Massachusetts (este), dijo que recibió de buen grado la ocasión de volver a trabajar y dejar la tragedia atrás.
«Me ha sido difícil poder motivarme esta semana», declaró.
Tras una semana de intensa cobertura mediática, la universidad prohibió el acceso de periodistas y cámaras de televisión en las aulas, a fin de que los estudiantes y profesores comenzaran a asumir la masacre lejos del escrutinio público.
Bajo el soleado cielo del domingo, cientos de estudiantes, familiares y docentes se alinearon para rendir homenaje a los muertos, representados en un semicírculo de 33 piedras –incluyendo una para Cho– sobre las cuales se apilaron flores, velas, banderas estadounidenses y diversos recuerdos como animales de peluche y pelotas de sóftbol que trajó un equipo visitante.
Pero la piedra dedicada a Cho desapareció en la noche del domingo.
En el resto del campus, sin embargo, los alumnos se mostraron más animados, jugando al vóley, lanzando frisbees y jugando al lacrosse, al béisbol y al sóftbol entre equipos de Virginia Tech y de otras universidades.
«No hay acontecimientos que reúnan tanto a la gente como los deportes», dijo el entrenador del equipo de sóftbol de mujeres, Scot Thomas, luego de que su equipo llenara las gradas –un hecho poco habitual– para una serie de tres partidos.
Muchos dijeron que estaban decididos a volver a sus estudios y completar el año que termina en apenas dos semanas con un ánimo positivo.
«Necesitábamos esta pausa», dijo Matt Manousoff, estudiante de primer año de la localidad de Frederick (Maryland, este). «Pero ahora quiero terminar el año».
Morgan Whitehead, también de primer año y residente en Orange, Virginia, estaba decidido a volver al campus.
«No hay ningún lugar en el que quisiera estar más que en Blacksburg», dijo. «Nunca he estado más orgullosa de ser alumna de Virginia Tech».
Muchos en la universidad todavía estaban consternados por el hecho de que el coreano Cho, criado en Estados Unidos y estudiante de Inglés, tuviera permitido adquirir dos pistolas tras haber sido reconocido por profesores y la policía como un perturbado mental.