Ya había compartido con ustedes que Eduardo Villatoro fue Director de Relaciones Públicas del Banco de Guatemala pero, a la luz de sus autoelogios – «perínclito demócrata» – matizo que fue durante el régimen de Romeo Lucas García, habiendo servido el cargo hasta el final ¿Acaso no fue en ese gobierno militar? Y, como si fuera poco, coordinó a los otros jefes de relaciones públicas gubernamentales como parte de la estrategia de campaña del entonces candidato oficial, Aníbal Guevara.
También callé que se le echara de Prensa Libre por estar incluido en la nómina de periodistas a precio alzado del Fiscal General de la República Carlos De León Argueta, hecho en el fondo irrelevante para un «asesor» de campañas en las cuales no cree, sea esto por diez mil o cinco mil quetzales o por cincuenta centavos: La cifra, al final de cuentas, ¿no lo cree?, resulta irrelevante.
Eduardo Villatoro confía en que no deba referirse más a mi persona, lo que hizo en su momento – «asesor» de campañas – y diera origen a mis refutaciones y respuestas, una retirada que atribuyo a que el tiro ya le salió por la culata.
Quiso descalificarme con apreciaciones propias y extrañas, las más anónimas, pero lejos de lograrlo hubo de tragarse las que – generosamente – han dejado impresas para la historia, personas de tanta autoridad como la doctora Rigoberta Menchú Tum y la licenciada Helen Mack Chang, expresiones que Eduardo Villatoro omite en su última entrega, ¡vaya maña la de la manipulación periodística por parte de los «asesores» a precio alzado de campañas! refiriéndose tan sólo a las de no menos autoridad que vertieran el embajador Thomas Stroock, de los Estados Unidos de América, el arzobispo Próspero Penados del Barrio y el doctor Armando De La Torre, todas estas, a la hora de rajar ocote, momento en que se conoce mejor a las personas y se aquilatan sus méritos.
Las columnas de Eduardo Villatoro ¡Nadie sabe para quién trabaja! tuvieron la virtud de traer a las hojas de La Hora estas dilectas apreciaciones, no mías, sino de las personas citadas y que me permito reproducir, nuevamente, necesaria refutación a la descalificación que se sigue proponiendo.
Esto es lo que dejara impreso la doctora Rigoberta Menchú Tum, Premio Nobel de la Paz, sobre el licenciado Acisclo Valladares Molina: «Quiero patentizar mi profundo respeto por el trabajo que el licenciado Acisclo Valladares Molina realiza como Procurador General de la Nación y Jefe del Ministerio Público. El Estado de Guatemala en él está dignamente representado. No puedo sino instarle a continuar la tarea que se ha impuesto para construir las bases de un auténtico Estado de Derecho que sea soporte de la paz.»
Esta, por su parte, es la opinión del Embajador de los Estados Unidos de América en Guatemala, THOMAS F. STROOCK: «Quiero patentizar mi admiración y respeto hacia el licenciado Acisclo Valladares Molina como Procurador General de la Nación y Jefe del Ministerio Público, ya que ha llevado a cabo un trabajo valiente, feroz y tenaz para aplicarle el peso de la ley a todas las personas que la han infringido, sin importar su condición económica, política o social. Nosotros en Wyoming diríamos que él tiene «the guts of a bear», que significa «el coraje de un oso».
Esto es lo que por su parte nos dejara impreso la licenciada Helen Mack Chang, Premio Nobel alternativo de la Paz sobre el licenciado Acisclo Valladares Molina: «Quiero aprovechar esta oportunidad para manifestar que en su gestión como Procurador General de la Nación y Jefe del Ministerio Público, se empezaron a abrir los espacios para el fortalecimiento del Estado de Derecho y que el Estado comenzara a despertar y tomar conciencia de su razón de ser.
Por su decisión firme, casos que habían quedado en absoluta impunidad, comenzaron a tener una vigencia a nivel judicial, como lo fue en el caso de mi hermana Myrna.»
La opinión del doctor Armando De la Torre, Catedrático de la Universidad Francisco Marroquín, sobre el licenciado Acisclo Valladares Molina, se expresa en los siguientes términos: «Sirvan estas líneas como testimonio de mi admiración y agradecimiento por la magnífica labor llevada a cabo por el licenciado Acisclo Valladares Molina y su equipo en la Procuraduría General de la Nación, así como de solidaridad con su persona por el trato injusto de que hoy es objeto por parte de algunos poderosos de la política en el país. Su magnífica labor en el Ministerio Público contribuyó no poco a que algunos recuperáramos algo de la fe perdida en las instituciones y la administración de la justicia en el país. Por fin se vio un Ministerio Público al servicio de los ideales para los que había sido creado, entre los cuales no de menor importancia fue el de borrar la nube de la impunidad tras la que suelen ocultarse los privilegiados de un sistema jurídico que por tantos años ha favorecido la arbitrariedad y el abuso de poder.»
Esta, la opinión del Arzobispo de Guatemala, Monseñor Próspero Penados Del Barrio, sobre el trabajo del licenciado Acisclo Valladares Molina: «La auditoría del licenciado Acisclo Valladares Molina evidenció que Monseñor Juan Gerardi Conedera fue víctima de una auténtica ejecución extrajudicial – terrorismo de Estado – realizada o, al menos, consentida por este.
Sólo los profundos conocimientos y la integridad moral del licenciado Valladares, lo hicieron posible.»
El expresidente y exprocurador de los Derechos Humanos, licenciado Ramiro De León Carpio, dejó impresa su opinión sobre el licenciado Acisclo Valladares Molina, en los siguientes términos: «A través del ejercicio de sus funciones como Procurador General de la Nación y Jefe del Ministerio Público dio a conocer por primera vez al pueblo de Guatemala lo que significaba o lo que debería significar y hacer el Ministerio Público a través de sus funciones. Por primera vez en la historia de Guatemala.
El licenciado Acisclo Valladares Molina inició la lucha contra la impunidad y contra la corrupción, una lucha que nos corresponde a todos los guatemaltecos y que, en nombre del pueblo de Guatemala, le agradezco.»
¡Citando a su alter ego, Rumualdo Tishudo y, sin verse en el espejo, Eduardo Villatoro se autocalifica, con lo que ha quedado expuesto a la mofa que previene la misma sentencia hispánica que cita «Al que a sí mismo se alaba, nunca mofador le falta» y, así. ¡Alábate coles! dice Eduardo Villatoro que debe reiterar que carece de las credenciales del excelso diplomático ¡Gracias por el piropo! y, si así lo dice, Por qué no creerle? A lo que agrega ¡Pobrecito él! ¡Qué modesto! que en su caso «sólo puede recordar ajados diplomas y rústicas plaquetas con las que le han honrado organizaciones sociales y populares, como federaciones sindicales, asociaciones estudiantiles universitarias, grupos comunales, artísticos y cooperativistas, habitantes de áreas marginales, instituciones gremiales y sectores de las clases media y baja y otros olvidados conglomerados cuyos representantes son tan modestos como genuinos…» ¡Qué homenajeado! ¡Qué modesto para hacernos saber tantos honores!
Haciendo gala de la falsa modestia – la más abominable de las soberbias – agrega, Eduardo Villatoro, que no puede ufanarse de nada extraordinario que haya realizado en su vida, «más que la satisfacción de dedicarse al periodismo como medio de vida y de pretender escribir intentos de cuentos, otros géneros literarios y algunas investigaciones sociales y de contenido académico, pero que no reúnen requisitos de trascendente calidad.» ¡Que modesto! ¡Raya en la perfección al agregar esta, a las demás de sus virtudes!
Aparte, señala, «su compromiso con Guatemala y el resto de las naciones latinoamericanas y del Tercer Mundo» – Pedro Domingo Murillo y Gandhi, se quedan chicos – fundamentalmente con las capas sociales menos afortunadas» ¡Qué Santa Teresa de Calcuta ni que ocho cuartos! ¡La mofa, para su mal, la hizo posible!
Nuevamente, Eduardo Villatoro, trae a estas columnas a su familia, algo que no viene al caso – y que lamento – y, así, presume de que «puede disfrutar con su mujer, hijos y nietos el pan ganado honradamente» ¿No conoce, acaso, la sentencia popular, tan conocida y que dice, textualmente: Dime de qué presumes y te diré lo que te falta? a lo que agrega «porque jamás» – este es el sustento de lo que afirma – «he ido a parar al bote acusado de usurpador, estafador o aprovechado de personas indefensas para apropiase de sus bienes» como tampoco – este es un agregado mío – por «asesorar» periodísticamente – a pago – a campañas en las que no creía o por mantenerse en la nómina de un Fiscal General, ocultándolo a su medio y a sus lectores.
Concluye Eduardo Villatoro diciendo que entre las decenas de acotaciones enviadas al blog de La Hora en torno a la refutación del paradigma de la prosapia guatemalteca ¡Así me llama! además de agradecer a todos quienes se han solidarizado con él ¡Qué agradecido! «trabajador del periodismo» ¡Pobrecito Eduardo, siempre llamando a la compasión! aprecia las palabras del doctor en Filosofía Jorge Mario Rodríguez, quien, sin siquiera aludir el grado académico que ostenta ni a la disciplina a la que se dedica, comedidamente escribe: «No creo que Villatoro se merezca comentarios ofensivos. Es uno de los pocos columnistas con sentido de la justicia y la decencia que nos anima a muchos de sus lectores a ser mejores guatemaltecos» comentario de Jorge Mario con el que me solidarizo puesto que no creo que, en efecto, se merezca Eduardo Villatoro comentarios ofensivos, lo que nada tiene que ver con el simple conocimiento de los hechos, amén de que la redención – no lo olvidemos – siempre es posible.
Y a otra cosa, mariposa, dijo Eduardo Villatoro ¿Tendrá palabra? ¿Por qué dudarlo? Pero, en fin ¡Veremos!