Los guatemaltecos respondemos a la coyuntura, somos cortoplacistas, no vemos el bosque por enfocarnos solo en ver el árbol. Ha sido nuestra triste historia tan llena de sinsabores y amarguras que cada día se agudizan más y nosotros permanecemos impasibles, respondiendo al aquí y ahora, sin visualizar el futuro e incluso el presente de un país que se hunde cada vez más en el fango de nuestras debilidades.
Viene esto a colación porque tuvieron que morir tres parlamentarios salvadoreños en manos de elementos de la Policía, para que el Congreso despertara, para que los grupos organizados hablaran de corrupción, de crimen organizado, de limpieza social y buscarán cabezas que derribar y policía que «refundar y reestructurar» en tanto los otros dos poderes del Estado, Judicial y Ejecutivo, se hacen de la vista gorda, como siempre, buscando evasivas o guardando silencio cómplice.
Desde que por primera vez me detuvo (ilegalmente, por supuesto), la tenebrosa policía judicial y permanecí dos noches en calabozos semiescondidos en 1961, el atentado que sufrí un año más tarde que me tuvo un año en el IGSS, ya sabía yo, como muchos otros, que la Policía era un nido de asesinos y corruptos. Es decir, no hay nada nuevo bajo el sol.
El problema básico reside no solo en una urgente depuración de las fuerzas de seguridad, sino en una depuración total y absoluta de un Estado cómplice, influenciado cada vez más por poderes paralelos como el narcotráfico y el propio sistema de partidos políticos y políticos en sí que impunemente cometen fechorías, o un organismo judicial timorato, influenciado políticamente y corrupto en una gran mayoría aunque se reconozca que hay jueces y magistrados probos que no dejan que el dinero, las influencias o la política les haga dar su brazo a torcer. Es de estos elementos, como otros que, aunque en menor número, existen en el Estado de los que se debe echar mano para cambiar las cosas, en donde los partidos políticos juegan un papel de primer orden ya que al nominar a sus candidatos no los deben medir por las «aportaciones» que dan, sino por su honestidad y ética.
Cambiar un Estado como el nuestro no es tarea fácil, ni de corto plazo, pero por algo debíamos empezar, dejando por un lado los aspectos coyunturales y penetrar a fondo en todo lo que apesta en esta estructura criminal. La sociedad civil honesta (excluyo ciertos sindicalistas), debe ser propositiva en TODOS los problemas que nos aquejan, de los cuales la Policía Nacional Civil es uno de tantos. No podemos seguir viendo un árbol y perdernos lo que ocurre en el bosque…