Refugiados haitianos se reencontraron en misas


Miles de damnificados, hacinados en los campos de refugiados de Puerto Prí­ncipe, buscaron alivio este domingo en las primeras misas celebradas al aire libre tras el terremoto, mientras que la ONU y ONGs repartí­an sacos de arroz, dando prioridad en la entrega a las mujeres.


En el campamento del barrio de Canape Vert, vestidos de domingo, los hombres con corbata y algunas mujeres con sombreros y vestidos coloridos, entonaban cantos soul en creole, en misas improvisadas por pastores en un rincón baldí­o entre los toldos de plástico, donde aquellos que perdieron todo intentan proteger sus vidas.

Con tambores, guitarras e incluso la ayuda de amplificadores y micrófonos un grupo de pastores bautistas cantaron oraciones para los muertos y heridos durante el terremoto del pasado 12 de enero.

Jocelyn Hugens, de 23 años, llegó con su mejor traje acompañada de sus tres hijos. A todos les hizo lustrar los zapatitos viejos que, por unos pocos gourdes, limpiaban unos jóvenes a la entrada de la misa católica, celebrada en un campamento cercano al centro de la ciudad.

«Vine a reencontrarme con Dios, a rezar por la vida, a estar con más gente en algo diferente que no sea viéndonos las caras en las carpas o en una fila esperando por una donación de comida», dijo a la AFP Hugens.

Hugens es una de las madres de familia que no recibió el boleto que la ONU y ONGs dieron el sábado para entregar 25 kg de arroz a las mujeres. La nueva norma busca que la distribución de ví­veres pase por las mujeres para evitar el caos y la violencia.

Carpas de sábanas o de lona conformaban el fondo de esta ceremonia religiosa en la que a algunas personas se les llenaban los ojos de lágrimas y, casi mudas, contaban lo que pudieron rescatar de los escombros de sus casas en ruinas.

«Siento mucha tristeza porque perdí­ amigos y en mi familia hay heridos que siguen en el hospital. Vine para rezar por mis muertos y mis heridos», cuenta Adeline Coquillon, 25 años, del campamento de Canapé Vert.

«Normalmente no voy a la iglesia pero necesito encontrar paz, mis ánimos están en lo más bajo, he perdido mi casa», se lamenta por su parte Saint Joler Ysme, de 32 años, durante la misa. En Haití­, paí­s creyente, cerca del 60% de la población es católico y 40% protestante.

Mientras tanto, en los puntos fijos de distribución recientemente establecidos por la ONU, cascos azules asistidos por soldados estadounidenses distribuí­an sacos de 25 kilos de arroz.

En Canape Vert, unas 500 mujeres hací­an cola llevando el nuevo boleto a intercambiar por un ví­veres, aunque algunos hombres también presentaban tickets afirmando que sus esposas se los habí­an dado y se marchaban con un saco de arroz.

Y aunque en la mañana del domingo la distribución se llevó a cabo con tranquilidad, el ambiente era muchos más tenso en el terreno del estadio de fútbol, donde la ira era palpable.

JeanClaudine Ninnelle, 42 años, hací­a cola desde las 07H00 de la mañana (hora local): «Nos parece que (la ayuda) llega muy tarde pero a la vez, damos las gracias a todos lo que vienen para dar algo comer», declara la mujer entre los gritos de hombres frustrados por no tener boletos.

Un viudo, Lamare, encontró la solución: acompañado de su hija de 8 años, fue la pequeña la que recibió el saco de arroz.