Agentes uniformados en todas las esquinas, vehículos blindados alrededor del estadio, controles de seguridad draconianos, Rustenburgo (noreste) parecía bajo estado de sitio, hoy antes del partido Inglaterra-Estados Unidos, considerado de «alto riesgo».
Los hoteles de la pequeña ciudad minera sudafricana estaban repletos de ingleses y estadounidenses -blancos privilegiados de eventuales terroristas-, y la policía reforzó su dispositivo antes del encuentro, dado que entre las personalidades esperadas se encuentra el vicepresidente del país norteamericano Joe Biden.
«Desplegamos refuerzos, perros entrenados, especialistas en explosivos. Estrechamos los controles en los accesos. Las unidades especializadas en el control de muchedumbres se encuentran en alerta, al igual que la Fuerza Aérea», detalló Sally de Beer, portavoz de la policía.
Las fuerzas del orden no han recibido informaciones sobre ningún riesgo concreto. «Pero, jamás podemos estar seguros de nada, y preferimos tomar todas las medidas necesarias para evitar» un atentado, añade la responsable.
Sudáfrica no es considerado un país con alto riesgo de terrorismo. Pero, después del asalto a la delegación israelí en los Juegos Olímpicos de Múnich 1972, cada evento internacional es objeto de una atención específica.
Además, el ataque al equipo de Togo poco antes de empezar la Copa de ífrica de Naciones (CAN) de Angola 2010 demostró que no hay que subestimar este riesgo.
En mayo, un responsable iraquí avivó las inquietudes al respecto, cuando afirmó que un saudí detenido en su país proyectaba atentados durante el Mundial. Pero, sus declaraciones fueron desmentidas por la propia organización Al-Qaeda.
Pero el encuentro del sábado puede presentar otro tipo de peligro: los «hooligans ingleses, de tan triste reputación.
Hace un mes, británicos que en su país tienen prohibido el acceso a los estadios, intentaron ingresar a Sudáfrica vía Dubai, pero fueron interceptados y devueltos a las islas. El viernes, otro «hooligan» inglés fue detenido en el aeropuerto de Johannesburgo.
A pesar de todo, De Beer no considera este riesgo muy elevado «gracias a la buena colaboración con las policías extranjeras».
En Gran Bretaña, unos 3.200 «hooligans» conocidos tuvieron que entregar sus pasaportes a la policía, y doce agentes de la Reina llegaron a Sudáfrica para intentar identificar a lo que eventualmente hayan burlado los controles.
Su jefe, el comisario Andy Holt, aseguró a la prensa que «las chances de ver una violencia organizada durante el torneo son muy limitadas».
Unos 10.000 hinchas británicos que comenzaron desde temprano la fiesta en los bares de Rustenburgo, están convencidos de esto.
«Somos muchos aficionados los que estamos aquí, pero pienso que no hay «hooligans» entre nosotros. Estamos aquí sólo para pasarlo bien», declaró Tim Marshall, de 48 años de edad, originario de Cheltenham (oeste).