Reforma social y crisis económica


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José Luis Rodrí­guez Zapatero se despide de la presidencia del gobierno de España con un sabor agridulce.

Apartado de la campaña electoral, sin figurar en grandes mí­tines de cara a las elecciones de mañana y con su popularidad por el suelo, sus casi ocho años de gestión se han visto tragados por la crisis económica y una tasa de desempleo del 21,5%.

Por JORGE SAINZ MADRID / Agencia AP

Aparte del abrumador peso de la crisis, los analistas consideran que el legado del dirigente socialista, de 51 años, perdurará en el tiempo gracias a reformas como la ley del matrimonio homosexual, la ley de la Memoria Histórica para resarcir a las ví­ctimas de la dictadura de Francisco Franco y el final de la lucha armada anunciado por el grupo separatista vasco ETA en octubre.

«Cabrí­a cometer un error si reducimos excesivamente el legado de los gobiernos de Rodrí­guez Zapatero a estos tres últimos años y medio que han estado dominados por la crisis económica», dijo Carlos Barrera, director del Máster en Comunicación Polí­tica de la Universidad de Navarra.

Zapatero llegó a la presidencia en el 2004 de manera inesperada y devolvió el poder al Partido Socialista tras ocho años de gobierno del conservador José Marí­a Aznar.

«En aquel momento, todos pensaban que Zapatero estaba de paso. Yo sabí­a que estaban equivocados», explicó el escritor Suso de Toro, amigo personal del jefe de gobierno y autor de la biografí­a «Madera de Zapatero».

«Era un hombre joven, muy decidido, sin duda tiene un encanto personal. Cuando lo tratas, ves a una persona esencialmente decente, í­ntegra, que realmente querí­a cambiar España», añadió.

El lí­der socialista heredó una economí­a en expansión e integrada en el euro. Nada más llegar ordenó el retiro de las tropas españolas de Irak, dando un giro a la polí­tica exterior de su predecesor y enfriando la relaciones con el entonces presidente estadounidense George W. Bush.

Su primera legislatura estuvo marcada por un ambicioso plan de reformas de í­ndole social, cuya punta de lanza fue la ley de matrimonio homosexual aprobada en 2005.

Esta medida, unida a otras reformas para agilizar el divorcio y facilitar el aborto, irritó a la jerarquí­a Católica española y a algunos sectores más tradicionales de la sociedad.

Pero Zapatero no detuvo su plan de medidas liberales e impulsó una ley de igualdad para favorecer la incorporación de las mujeres al mercado laboral.

«Hay una parte del legado de Zapatero que se conservará en la vida de muchas personas», señaló De Toro. «En una sociedad claramente machista, legisló para permitir a las mujeres salir a la sociedad, no sólo en el plano polí­tico sino también en las empresas. Igual ocurrió con las bodas homosexuales».

Además, puso en marcha un proceso de regularización masiva de inmigrantes, que llegaban en oleadas a España atraí­dos por su entonces potente economí­a y su inagotable oferta de empleo. Se calcula que hasta 600 mil extranjeros, muchos de ellos latinoamericanos, lograron legalizar su situación en el paí­s ibérico gracias a este plan.

No sin dificultades, sacó adelante la ley de la Memoria Histórica, un intento por resarcir a las ví­ctimas del bando perdedor republicano durante la guerra civil de 1936-1939 y el régimen franquista, que continuó hasta la transición democrática iniciada en 1975.

En polí­tica exterior, estrechó lazos con América Latina, incluyendo gobiernos como los de Cuba y Venezuela. Fruto de esas relaciones, España acogió a más 100 de presos cubanos —muchos de ellos considerados polí­ticos— liberados por el gobierno de Raúl Castro en virtud de un acuerdo con la Iglesia católica de la isla.

Por otra parte, inició una negociación con la organización armada ETA, que generó un durí­simo enfrentamiento con la oposición conservadora del Partido Popular.

ETA, que habí­a declarado una tregua meses antes, hizo saltar por los aires el diálogo en el 2006 en un atentado con coche-bomba en el aeropuerto de Madrid, en el que murieron dos inmigrantes ecuatorianos.

Zapatero volvió a ganar en 2008, pero la segunda legislatura quedó marcada por la crisis.

El gobierno socialista no alteró las polí­ticas económicas de los populares, sobre todo en lo referido a la construcción. Y la dependencia del ladrillo pasó factura.

El pinchazo de la burbuja inmobiliaria se llevó por delante miles de puestos de trabajo, agudizó las consecuencias de la crisis internacional y sumió a España en una recesión de la que todaví­a no ha logrado recuperarse.

La gestión económica socavó la imagen de Zapatero, muy criticado por negar la gravedad de la situación en un primer momento y después actuar tardí­a y erráticamente para contener la hemorragia.

En apenas unos meses, el dirigente socialista dio un giro radical y muy impopular. Aumentó impuestos directos como el IVA, congeló las pensiones, abarató algunas condiciones de despido y retrasó la edad de jubilación de los 65 a los 67 años.

La crisis del euro salpicó de lleno a España, cuyos niveles de deuda siguen amenazando con requerir un rescate similar al que ya recibieron paí­ses como Grecia, Irlanda y la vecina Portugal.

«Zapatero vive la crisis dramáticamente», explicó De Toro. «Cuando dijo en el Parlamento español que harí­a lo que tendrí­a que hacer, costase lo que le costase, demostró que se estaba sacrificando».

«Hay un legado que es oculto, que no se va a ver ahora y es que efectivamente Zapatero ha librado a España de ser intervenido. Pero eso no va ser apreciado todaví­a», agregó.

«Es pronto para decir si se ha evitado o no el rescate», discrepó Barrera. «Estamos en mitad de la tormenta y todaví­a no sabemos el final de la pelí­cula».

La recta final de la legislatura reservó una buena noticia a Zapatero. El pasado 20 de octubre, ETA anunció el cese definitivo de la violencia tras 43 años de atentados que costaron la vida a 829 personas.

Como el propio jefe de gobierno reconoció, el final del grupo etarra, catalogado como terrorista por Estados Unidos y la Unión Europea, deberá conducirlo el próximo gobierno de manera consensuada con la oposición.

Preguntado en una de sus últimas ruedas de prensa, Zapatero declinó hacer un balance de su gestión, asegurando ya habrí­a tiempo después de las elecciones.

«Lo que le ha tocado vivir con la crisis es una circunstancia personal absolutamente dramática», dijo De Toro sobre la recta final del mandato de Zapatero.

«Pero es inteligente y confí­a que a medio plazo será percibido como el hombre que se sacrificó para salvar la economí­a española», añadió.