El término Reforma Agraria fue satanizado por quienes ahogaron la democracia en Guatemala en 1954, investidos de «liberacionistas» y engañando a la incauta población guatemalteca de la época con el petate del muerto del «comunismo»; amparados por el Ejército, la Iglesia Católica y por la apelación politizada del Cristo Negro de Esquipulas, porque para los «liberacionistas» y para algunos dinosaurios actuales, el Cristo Negro de Esquipulas es o era «liberacionista».
Lo cierto es que muchos guatemaltecos creen patrañas aún mayores, así que no extraña que los hayan engañado tan profundamente en 1954 y que ese engaño aún influya certeramente en la opinión de grandes mayorías, especialmente en los criterios de mucha gente ladina o mestiza. Tan es así que ílvaro Arzú sigue prendido del poder, chupando la sangre del pueblo guatemalteco, como ladilla desteñida, con el voto de los guatemaltecos ciegos u oportunistas «de buenas y aristocráticas familias» y de las mafias ramificadas prendidas de las ubres municipales. ¡Qué horror!, diría la tía Catocha con una sonrisa socarrona. No cabe duda de que hay algo de válido en la exógena expresión «El complejo de inferioridad latinoamericano».
La Enciclopedia Libre Universal en Español nos enseña sobre la Reforma Agraria en México y nos dice así: «La reforma agraria es una de las aspiraciones de la Revolución de comienzos de siglo. En 1910 los grandes propietarios terratenientes constituían una oligarquía que dominaba el país. La Revolución de Emiliano Zapata terminó con esta situación, ya que accedió al poder con la consigna del reparto de la tierra. No hay que olvidar que Zapata venía de regiones agrícolas donde el problema de la tierra era secular. La reforma agraria zapatista es política, la primera reforma agraria política del mundo. Desde entonces el PRI (Partido Revolucionario Institucional) ha estado en el poder hasta el año 2000. Esta reforma consistió, básicamente, en declarar comunitaria toda la tierra de cultivo y repartirla en ejidos. El ejido es una forma especial de tenencia de tierra. La tierra puede considerarse comunal, pero la explotación es privada. Los núcleos de población tienen derecho a: que se les restituya la tierra de la que fueron desposeídos antes de la Revolución, que se les dote de tierra suficiente para cubrir sus necesidades, y que se les amplíe la tierra. En esto entra también el agua, tan importante en un país mayoritariamente seco. Las tierras son entregadas a campesinos que las trabajen directamente, y que no tengan capitales invertidos en otras actividades. Al ser comunales no pueden hipotecarse. También se ponen los medios de explotación para cultivar el ejido. El Estado hizo un gran esfuerzo para dotar a las explotaciones de regadío, y todo lo necesario para poner a producir la tierra. Pero este sistema sólo funciona cuando la agricultura es de subsistencia» (sic).
En México existe el Partido Comunista Mexicano desde hace muchos años y afortunadamente nunca logró una influencia que hubiera podido distraer el destino democrático de esa gran nación latinoamericana ni su exacerbado nacionalismo.
La satanización del término Reforma Agraria se fortaleció dentro del desconocimiento o ignorancia de las grandes mayorías guatemaltecas, como ocurre con la totalidad de dogmas políticos, religiosos, etc., asimilados por las multitudes en el País de la Eterna Primavera.