Reflexiones (Tercera parte)


El numeral 19 y 20 del Informe de la Comisión de Esclarecimiento Histórico expone que: «en la medida en que la represión estatal se intensificó y amplió la cobertura de sus potenciales ví­ctimas la tendencia rebelde que cifraba la solución polí­tica nacional en el triunfo de la guerrilla se vio fortalecida, más que compartir un programa ideológico concreto durante la mayor parte del enfrentamiento armado la cohesión de la insurgencia guatemalteca se definió en torno a la necesidad y primací­a de la lucha armada como única solución».

Doctor Mario Castejón

Sigue diciendo: «durante su investigación la CDEH comprobó que el trabajo polí­tico de las organizaciones guerrilleras dentro de los diversos sectores de la sociedad fue orientado crecientemente a fortalecer su capacidad militar, en perjuicio del estilo de acción polí­tica propio de los sectores democráticos. Asimismo, los esfuerzos de otras fuerzas polí­ticas para aprovechar los limitados espacios de participación legal fueron descalificados con radicalidad por algunos sectores de la insurgencia como «reformistas» o «disidentes», mientras las personas que se mantení­an al margen del enfrentamiento eran tratadas con profunda desconfianza y hasta como potenciales enemigos contribuyendo también por este lado a la intolerancia polí­tica y la polarización.»(sic)

En relación a lo anterior el licenciado Alfredo Balsells Tojo miembro de la CDEH conocí­a bien lo relativo a la lucha por abrir espacios polí­ticos fuera de la subversión por haber sido amigo cercano y por mucho tiempo colaborador del licenciado Manuel Colom Argueta quien murió asesinado en el intento de abrir un espacio polí­tico partidista.

En el numeral 22 la CDEH pone de manifiesto la implicación de todo el Estado, unificando sus diversas instituciones y mecanismos coactivos y también señala «la responsabilidad y participación de los grupos de poder económico, los partidos polí­ticos, los universitarios y las iglesias, así­ como otros sectores de la sociedad civil». (sic)

Considero que en este punto la Comisión generalizó injustamente ya que hubo partidos polí­ticos como el PNR y el FUR a finales de la década de los 70 que no se alinearon con el Estado. También es injusta la generalización al decir los universitarios y las iglesias, porque fue dentro de estos sectores en donde la insurgencia tuvo muchí­simos más simpatizantes que antagonistas y en donde la represión se cebó mayormente durante el perí­odo previo a la extensión de la lucha armada a las áreas rurales de predominio maya.

Señala la Comisión que el Estado magnificó la amenaza militar de la Insurgencia cuando dice que «en ningún momento los grupos guerrilleros tuvieron el potencial bélico para constituir una amenaza importante para el Estado. Los contados combatientes no pudieron competir en el plano militar con el Ejército de Guatemala, que dispuso de más efectivos, muy superior armamento, así­ como mejor entrenamiento y coordinación.

En el numeral 25 la CDEH concluye que el Estado magnificó la amenaza militar de la Insurgencia e incluyó en un solo concepto a los opositores, demócratas o no, ya fueran pacifistas o guerrilleros, legales o ilegales, comunistas y no comunistas, y esa unificación sirvió para justificar numerosos crí­menes. Sobre esta base la CDEH explica porqué la gran mayorí­a de las ví­ctimas no fueron combatientes de los grupos guerrilleros sino civiles, lo cual lo pudimos constatar muchos de los que vivimos aquella época y que tení­amos contacto permanente con las áreas rurales del paí­s Las vendettas como suele suceder estuvieron a la orden del dí­a y fueron asesinadas personas que nada tení­an que ver con la subversión

En el perí­odo 1962-1970 apunta la Comisión que las operaciones se concentraron en Oriente, en la ciudad de Guatemala y en la Costa Sur. Las ví­ctimas fundamentalmente fueron campesinos, miembros de las organizaciones gremiales rurales, profesores y estudiantes universitarios y de secundaria. En los años 1961 a 1977 las acciones represivas fueron más dispersas y las ví­ctimas principales fueron lí­deres comunitarios, dirigentes sindicales, catequistas y estudiantes. El perí­odo más violento dentro del enfrentamiento armado fue entre los años 1978 a 1985 y los operativos más importantes sucedieron en Quiché, Huehuetenango, Chimaltenango, Alta y Baja Verapaz, la Costa Sur y la Capital. Fue en estas regiones del Occidente en donde la población maya vino a ser predominantemente afectada y ví­ctima del genocidio según se puedo constatar más adelante. Las Comunidades de población en resistencia fueron objetivo de primer orden, de donde fue lógico esperar que muchos de sus miembros pasaran a engrosar las Organizaciones Guerrilleras ya que de alguna manera lo hací­an para sobrevivir.

Un paréntesis dolorosa fue la afectación de las mujeres y de los niños lo cual es señalado dentro del Informe de la CDEH. Niños y niñas que fueron ví­ctimas de ejecuciones arbitrarias, desapariciones forzadas, torturas y violación, dejando como resultado gran cantidad de huérfanos y desamparados especialmente dentro de la población maya. Se constató que una de cuatro ví­ctimas de hechos de violencia fueron mujeres, una gran mayorí­a incluidas en masacres sin tener ninguna identificación con las Organizaciones Guerrilleras. Miles perdieron a sus esposos quedándose como único sostén de sus hijos luego de la destrucción de casas y cultivos en las operaciones de tierras arrasada.

Un comentario personal cabrí­a aquí­: ayer como hoy la mayorí­a de ciudadanos nos vimos inmersos dentro de una vorágine de violencia sin nombre, sin embargo, pareciera que algún espí­ritu maligno cubrí­a nuestros ojos y amordazaba nuestra boca para no darnos cuenta de la realidad, de aquel crimen sin castigo en donde la impunidad campeaba por sus fueros. Hoy los guatemaltecos seguimos sin querer darnos cuenta y reaccionar, igual que sucedí­a hace veintitantos años cuando morí­an nuestros compatriotas inocentes .COMO AJENOS a aquellos horrores y a los horrores de hoy sigue nuestra vida: trabajamos, vacacionamos, vemos crecer a nuestra familia y nos hacemos mayores sin aparentar enterarnos de lo que sucede a nuestro alrededor. Continuará.