El reloj marcaba aproximadamente las 11:00 p.m. cuando el recién electo presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, pronunció un inspirador discurso ante miles de personas que se congregaban a celebrar un momento único en la historia.
Más allá del tema racial, Obama habló de la unidad de una nación en tiempos de crisis, de la posibilidad del cambio, de los grandes retos por venir y de los sueños y esperanzas de cada una de las personas que con su voto, su trabajo y su entusiasmo, hicieron valer su voz en una democracia.
Ante la vista de miles de rostros cargados de emoción me permití soñar, por un momento; soñar con una Guatemala en la que tengamos partidos políticos representativos y la elite de antaño que copa los puestos de poder abra paso a una juventud, que lejos de sentir apatía por la política, cree que un cambio es posible.
Donde exista una verdadera sociedad civil, que haga valer sus derechos ante la corrupción y los abusos de autoridad. Que las elecciones cada cuatro años dejen de ser un cheque en blanco y que cada uno de nosotros exija transparencia y rendimiento de cuentas a nuestros representantes.
Que de una vez por todas reconozcamos, que a pesar de los grandes problemas que existan, la democracia es el mejor sistema que ha ideado el hombre para dar voz a las expresiones de todas las personas que conforman una nación y que este sistema no puede funcionar por sí solo, requiere de la participación de cada persona en la sociedad, que vigile recelosamente las acciones del gobierno y a la vez reconozca los límites de sus posibilidades.
Si esta nación no existe, debemos construirla.
Qué mejor día para empezar que hoy, paso a paso, reconociendo que nunca hay que dejar de soñar, porque los sueños son nuestros motivos y algún día serán lo suficientemente fuertes para convertirse en realidad.