Reflexiones de Semana Mayor


Edgar-Balsells

Sea uno creyente o no, cristiano, musulmán, budista o agnóstico, si aboga por algún futuro promisorio para la humanidad, son de aplaudir los cambios de timón en la más alta jerarquía de la Iglesia Católica que hoy celebra un año de la llegada de Francisco I.

Edgar Balsells


Francisco ha constituido un grupo de ocho cardenales, pertenecientes a los cinco continentes, que buscan la renovación de la Iglesia, y además prepara la primera encíclica “verde”, en donde cuestiona la cultura del derroche y el daño que un capitalismo desenfrenado, del desperdicio, le está provocando al medio ambiente. Y es que el llamado, o tal vez el grito, está encaminado al respeto del entorno, tal y como lo hace el símbolo de San Francisco de Asís y su invitación a respetar todas formas de vida, como parte de la creación.

La presencia de un papa amante de los cambios, marca una celebración singular en esta Semana Mayor, principalmente porque en el devenir de los tiempos esta zona de América Latina está asediada por la ambición del dinero y la presencia de la violencia en todas sus crudas manifestaciones, amparada por una mediocridad y malediciencia de líderes, que han enterrado la escogencia del mérito y encumbrado el fetichismo mercantil como mecanismo de manejo de la democracia.

Como lo dice el filósofo Antonio Gimbernat, el dinero y el poder se han convertido en los principales garantes de las normas que definen lo que es válido socialmente. Esta desviación, añade, nos conduce no a una radicalización de la democracia, sino a la trivialización de la misma. Se trata así de una decadencia acelerada, siendo que la corrupción ha hecho de la democracia una banalización.

Los eventos previos de la Semana Mayor nos hacen fijar la vista en las organizaciones de justicia, y nos recuerdan sentencias punzantes del gran estudioso del Derecho, el filósofo alemán Jurgen Habermas, quien analiza las relaciones entre Política y Derecho: y es que como toda dominación política se ejerce precisamente bajo la forma del derecho, pero hay ordenamientos jurídicos en donde el poder político todavía no se ha visto domesticado por el Estado de Derecho, afirma el renombrado filósofo.

Francisco contribuye así a una nueva moral comunicativa. Y es que somos asediados en la prensa diaria por ideas contrarias a un humanismo de nuevo cuño. Tan sólo miremos a nuestros dirigentes y sus declaraciones para darnos cuenta de que nuestro espacio vital público se encuentra permeado por razonamientos torcidos, en donde el discurso retuerce la impunidad de los hechos.

La influencia de Francisco ha sido tal que en la 34ª Asamblea del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam), realizada en mayo pasado en Panamá, los obispos llamaron a construir una Iglesia con rostro amable, capaz de dialogar con hombres y mujeres de todas las tendencias y creencias. Y además, se hizo un llamado a dialogar con el mundo y la cultura de nuestro tiempo. El mensaje de Celam se centró en tres verbos: caminar, construir y confesar, según lo revela un interesante fascículo publicado en Prensa Libre el pasado domingo.

“Debemos proteger a las personas, mostrando preocupación amorosa por cada una, especialmente niños, ancianos y necesitados”. Palabras sencillas pero que llegan.