Reflexiones de la acción municipal


El hecho que las mujeres formen parte de alguna estructura dentro o fuera del Estado sin duda es un avance, en tanto su incorporación a un espacio público abre oportunidades para que ellas rebasen el rol tradicional de amas de casa, madres, cuidadoras, personas no crí­ticas o como objeto sexual.

Rosalinda Hernández Alarcón

A nivel municipal estas experiencias se multiplican. Indí­genas y mestizas participan en comités comunitarios, consejos de desarrollo, agrupaciones de mujeres o mixtas, partidos polí­ticos e instancias municipales. Por ello es importante hacer una reflexión si éstas repercuten en un ejercicio de los derechos de las mujeres o están reproduciendo los enfoques patriarcales que consideran lo masculino superior a lo femenino.

El análisis de esta temática cobra relevancia entre las mujeres y los hombres, cada uno con responsabilidad distinta, ya que la presencia de representantes femeninas en organizaciones o corporaciones municipales todaví­a no logra repercutir de manera importante en el estilo tradicional de hacer polí­tica, caracterizado por el predominio de jerarquí­as y relaciones de desigualdad.

Esto lo digo también porque hay muchos lí­deres hombres que se alegran con la presencia de mujeres en espacios de participación, pero no les gusta que sus actuaciones generen cuestionamientos a las actitudes machistas; por ejemplo cuando las tratan mediante apelativos de mi»ja o compañerita, buscando reacciones de obediencia o subordinación. A las mujeres con opinión y decisión propias frecuentemente les llaman conflictivas.

Se ha hecho costumbre escuchar a lí­deres sociales o funcionarios municipales decir que las mujeres tienen derecho de asistir a reuniones y manifestaciones, incluso de formar parte de comisiones y corporaciones. Sin embargo, sus prácticas por lo general carecen de un trato respetuoso hacia su autonomí­a como sujetos polí­ticos. Para ellos, es natural lanzar piropos o buscar contacto fí­sico con ellas, como si tales acciones tuvieran que ser aceptadas como un halago. Quienes los rechazan son señaladas de amargadas o tontas.

En las directivas donde predominan los hombres todaví­a ignoran que la población femenina tiene demandas propias e interpretaciones con base en sus realidades como mujeres. Sigue predominando en el imaginario masculino que los planes y programas sociales tienen que ir dirigidos a la familia y que irremediablemente las tareas domésticas y de cuidado tienen que ser absorbidas por las mujeres. Por ello, las peticiones encaminadas a disminuir esa carga de trabajo para ellas, sencillamente no la ven, ni la entienden.

Para conocer un ejemplo de cómo se está dando la participación de las mujeres, 46 comités en El Estor elaboraron el Plan Estratégico de la Oficina Municipal de la Mujer 2010-2014. í‰ste fue presentado a las autoridades municipales, pero no han tenido respuesta. Las participantes de este proceso están dentro y fuera de las instituciones del Estado. Juntas demandan que el concejo municipal lo apruebe y se ponga en marcha.

Todaví­a falta mucho por hacer para superar las desigualdades de género, cabe seguir sacando lecciones de variadas experiencias que ocurren en los municipios de Guatemala.

* Co-editora de la publicación feminista laCuerda.