REFLEXIONES CONSTITUCIONALES


«De los quilates oro que vale el buen abogado de la llanura»

Hace algunas semanas salió publicado en este prestigioso Diario La Hora, un modesto artí­culo de mi autorí­a que titulé «De la elección de los Jueces en la República de Pasadetodo Peronopasanada».

Carlos Rafael Rodrí­guez-Cerna Rosada, cararocero@yahoo.es

En él -por considerarlo de trascendental importancia- transcribí­ literalmente parte de una normativa reglamentaria vigente en la República de Argentina, en la que de manera acertada, equitativa y justa, se establece un sistema de calificación para los aspirantes a jueces, por medio del cual se pone en igualdad de condiciones a aquellos aspirantes que presentan un perfil basado en sus antecedentes en el ejercicio de la judicatura y a aquellos otros, cuyo perfil se basa en el ejercicio libre de la profesión como abogados litigantes.

Sin embargo, el dí­a de hoy he leí­do -para mi asombro e indignación- en alguno de los medios escritos, lo relativo a una absurda propuesta que pretende promover ante las Comisiones de Postulación el denominado «Movimiento Pro Justicia», consistente en sugerir que para la evaluación de los aspirantes a las judicaturas, se incluyan una serie de causales que provoquen deméritos, con una puntuación negativa que va del dos a cuatro, a excepción del caso de una causal propuesta a la que titulan «Haber planteado amparos improcedentes que hayan sido rechazados», para la que proponen una excesiva penalización que asciende a diez puntos.

Tan burda propuesta no puede menos que causar indignación al gremio de abogados, especialmente a los que hemos ejercido honestamente nuestra profesión desde «la llanura», ya que no es más que una reiterada muestra de la falta de voluntad por parte de sus autores, de entrar a un debate serio, cientí­fico y de altura, respecto de las verdaderas causas que en Guatemala han desnaturalizado la noble institución del amparo; causas que ya en otros documentos – especialmente en mi libro «El Amparo Guatemalteco y las Verdaderas Reformas que clama su Justicia Constitucional»- he abordado hasta la saciedad, tales como las multas ilegales para los abogados, la falta de condena en al pago de las costas, la ausencia total de auténticas estadí­sticas judiciales, la lamentable existencia de causas grandes y pequeñas, el incumplimiento de los plazos para dictar sentencia, los litigios con tráfico de influencias, y especialmente la falta de una labor de sistematización cientí­fica de la jurisprudencia.

Por ello no abusaré de su amable paciencia insistiendo en dichos temas, sino simplemente compartiré con mis apreciables lectores, una hermosa misiva que en relación al artí­culo que en este vespertino escribí­ en dí­as pasados, recibí­ del distinguido amigo y colega Eduardo Fernández López, quien -aparte de sus efusivos e inmerecidos conceptos de elogio hacia mi persona- ha puesto el dedo en la llaga al haber captado rápidamente una buena parte del mensaje que mi artí­culo pretendí­a enviar al foro patrio.

Así­ pues, la misiva del distinguido colega en lo que aquí­ deseo resaltar dice así­: «Con particular interés he leí­do y meditado su enjundioso, satí­rico y real artí­culo sobre el paí­s imaginario «Pasa de todo y no pasa nada» y el caos que se da en la organización y la integración del Organismo Judicial…, el más sagrado e importante de los poderes del Estado.

Todo lo que usted relata no es producto de su imaginación literaria? sino, pinta la cruda realidad que nos tiene en donde debemos estar, es decir, en el caos institucional y a punto de ser Estado fallido?, me viene a la mente y recuerdo a uno de los autores de Derecho Procesal que yo más admiré en mis años del estudio del Derecho allá en nuestra antigua Escuela de Derecho de nuestros padres (q.e.p.d.) en donde nos dieron a beber en el cáliz del saber, ilustres jurisconsultos que fueron nuestros mentores para bien.

El autor a que me refiero con todo respeto y admiración no podí­a ser otro que el insigne procesalista uruguayo Don Eduardo J. Couture, considerado universalmente apóstol del derecho y de la ética del Juez?. Uno de sus pensamientos que más impactó mi conciencia de abogado, es el que reza: «De la dignidad del Juez, depende la dignidad del derecho, el derecho valdrá en un momento y en una época histórica determinada, lo que valgan los jueces como hombres». Aquí­ está dicho todo y no creo que haya que darle vuelta al asunto con otras elucubraciones, porque, para ser juez y magistrado más que mil toneladas de currí­culo y tráfico de influencias hay que tener como atributo bien ganado además de la formación académica, el ser hombre por los cuatro costados.

Los abogados de la honrosa llanura estamos más proclives a llenar este requisito, por nuestro laboratorio humano y social en la práctica de nuestro ejercicio profesional con todos los riesgos habidos y por haber, que es muy diferente a estar sentado en la poltrona judicial, usando este término sin ninguna maledicencia, que da ventaja a la acomodación y muchas veces a la venalidad, sin que mi comentario lleve dosis de crí­tica, lo cual no es dable para un profesional bien formado.

Es todo lo que me nace decirle apreciado abogado, con respecto a la aportación que usted hace para resolver nuestras necesidades en el orden judicial. Reciba un cordial saludo de su colega que aquilata la calidad de su artí­culo, formulando mis mejores votos para que el paí­s de» Pasa de todo y no Pasa nada», cambie para siempre».