El calendario que nos rige anuncia un nuevo ciclo anual. Se acostumbra entonces a plantearse propósitos y renovar las metas que nos han de impulsar durante los próximos días del año que inicia. Se reitera que nuestra sociedad, golpeada por la prevalencia de un autoritarismo que se niega a darle vía a una forma de convivencia verdaderamente democrática, es en suma una sociedad compleja y complicada de administrar en el ejercicio de la función pública. Aquí es en donde es oportuno apuntar algunas sugerencias al respecto.
Para plantearnos propósitos a futuro es necesario evaluar nuestras acciones en el pasado inmediato. La Prensa, con ironía la mayoría de las veces, pero con algo de razón, dio a conocer cómo el año anterior la administración gubernamental, con Colom a la cabeza, incurrió en algunas contradicciones y actitudes que desdijeron de las intenciones inicialmente anunciadas. Luego entonces una primera reflexión al respecto, nos debe llevar a sugerir que se eviten los anuncios prematuros o a avisar de aspectos de los que aún no se posee la completa panorámica. Con ello se deja de lado la supuesta errática conducción.
Más allá de los dos intentos anteriores, el ejercicio de la presidencia que caracteriza la administración del ingeniero ílvaro Colom, durante 2008 tendió a impulsar la solidaridad de la sociedad guatemalteca mediante la atención a diversas formas de enlace, de reunión, de aglutinamiento en torno a los más necesitados. Esto es la cohesión, de apellido social. Y de pronto la única visión que se pretende dar al respecto (desde afuera) es aquella en la que predomina el despilfarro y el uso clientelar de los recursos públicos. Una segunda reflexión al respecto cabría en cuanto a una amplia divulgación de la cobertura que se ha alcanzado. Incluyendo los errores, las eventuales duplicaciones de beneficiarios, si las hubiere y otro tipo de faltas propias de una práctica en la que simplemente no tenemos costumbre.
El sentido de la ubicuidad de cada quien para el ámbito en el que se perfiló o postuló es otra característica. Me explico. La reiteración de que el diputado electo no ha de abandonar su cargo para dedicarse a una función diferente, en el Ejecutivo por ejemplo, para la cual fue electo, le ha ocasionado más de un roce y reiterados reclamos. Aquí otra nueva actitud de una práctica cuya distorsión es ancestral. Esta es la primera vez que se reitera la separación de poderes en cuanto a la cooptación de personas por parte del Ejecutivo de aquéllos que provienen del Legislativo. Sin embargo, los procesos relacionales entre ambos organismos no han propiciado los mejores resultados que el país necesita. La creación de espacios de operación política es más que evidente. Aquí entonces no debe confundirse lealtad con docilidad, silencio, complacencia o en buen chapín, chaqueterismo. Lealtad sin estar acompañada de capacidad, simplemente no sirve para nada.
Una de las mejores formas de acreditarse así mismo es mediante el cúmulo de acciones que se puedan plasmar. No es con argumentos como se hace la mejor defensa de sí mismo. Es, sí, con los procesos que somos capaces de edificar. Lo otro cuenta tan sólo para permanecer en la mediocridad. Privilegiar la grandilocuencia sin resultados concretos es un error adicional. Por sus frutos los conoceréis, nos recuerda uno de los proverbios. Esta es otra de las reflexiones a las que nos permitimos sumar a las anteriores.
Y desde la perspectiva de los gobernados, conviene pensar y actuar sobre la base de una amplia información. Las «bolas» que se echan a rodar se tornan en «verdades» de las que se ha apropiado el colectivo y por lo tanto son irrefutables. Tal juego de descréditos contribuye a incrementar nuestras frustraciones, con fundamento algunas, pero no necesariamente todas. Esa capacidad para discernir debe ser fomentada y una forma de impulsarla es mediante el flujo constante y preciso de información. Hemos de documentarnos más para mejorar nuestra capacidad de fundamentar nuestros criterios. No confundir los ámbitos de nuestras molestias y sinsabores.