¿Recursos naturales o migajas naturales?


Uno de los puntos del comunicado de los obispos de la Conferencia Episcopal de Guatemala estuvo centrado en el tema de la minerí­a y la explotación de los recursos naturales de Guatemala que una vez concesionados dejan de ser recursos del paí­s porque a nosotros apenas si nos queda una miserable migaja. ¿Puede acaso calificarse de otra manera que una Nación perciba el uno por ciento del producto de la explotación de recursos no renovables como pasa con la minerí­a?

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

En realidad es una vergí¼enza que únicamente se explica por las movidas que han hecho los funcionarios públicos para concesionar de esa manera la riqueza del paí­s. No cabe explicación lógica, salvo el trinquete que ha enriquecido a los que han tenido que ver en el negocio, que pueda justificar la desvergí¼enza de poner una cifra que ni siquiera sirve para taparle el ojo al macho. Por cada dólar que se embolsan los concesionarios, a Guatemala le queda un centavo y eso es a cambio de renunciar para siempre a recursos no renovables que se van para no volver. Ni el oro, ni el hierro, ni el ní­quel ni el petróleo retoñan y por lo tanto su explotación tendrí­a que dejarle a Guatemala un rendimiento decoroso.

Y ello sin tomar en cuenta el daño ecológico que se causa y que debiera ser reparado, además, con creces porque afecta prácticamente toda forma de vida en el paí­s.

Obviamente los funcionarios públicos son los culpables del saqueo, que no cabe otro término, a que se somete a Guatemala, pero no dejamos de tener nuestra cuota de responsabilidad los ciudadanos que vemos cómo se alzan con nuestros bienes sin que siquiera hagamos el esbozo de una protesta. Lo mismo que cuando se apropiaron de valiosos y rentables bienes del Estado en el campo de la energí­a y de la telefoní­a, hechos corruptos que dejamos pasar como si tal cosa y nos conformamos con entrar a la «modernidad» de disponer de teléfonos sin darnos cuenta de cuánto se están llevando fuera de Guatemala los concesionarios que tienen utilidades multimillonarias.

Pero en el caso de esos negocios al menos se ofrece un servicio, si de consuelo para tontos sirve el argumento, mientras que la minerí­a no deja más que destrucción y contaminación a cambio de una «regalí­a» que debiera ser el mayor motivo de vergí¼enza nacional. No puede ser que un paí­s que se respete regale de esa forma sus recursos naturales no renovables, sabiendo que los únicos que se benefician son los inversionistas, por un lado, y los funcionarios que se embolsan las mordidas. Si algún funcionario no se enriqueció robando al dar esas concesiones merece ser condecorado como el mayor idiota del mundo, porque solo un imbécil o un sinvergí¼enza caradura pudo haber otorgado a empresas extranjeras el privilegio de llevarse la riqueza nacional sin dejar a cambio ni siquiera la elemental compensación por el daño causado, no digamos parte de las utilidades.

Obviamente para tener inversión extranjera así­ es mejor no tener ninguna, porque la inversión tendrí­a que ser un instrumento de dos ví­as, en el que se beneficie al inversionista que pone capital para generar riqueza, pero que también deje beneficios para el paí­s que está acabando sus recursos naturales no renovables, como está ocurriendo en Guatemala.

No dejemos que sean sólo los obispos los que eleven la voz de la dignidad. Es tiempo que los sinvergí¼enzas principien a sentir que su descaro tendrá consecuencias porque enfrente hay un pueblo dispuesto a reclamar a tanto pí­caro.