De cuatro meses de huelgas estudiantiles, manifestaciones y un discurso libertario y antiimperialista, México tan sólo recuerda hoy la masacre del 2 de octubre de 1968 en la plaza de las Tres Culturas (Tlatelolco), diez días antes de empezar los Juegos Olímpicos.
El recuerdo «es reducido a la masacre, hay memoria de la represión, pero no del movimiento (estudiantil), del discurso no queda nada», dijo Marcelino Perelló, entonces miembro del Comité Nacional de Huelga (CNH) que dirigió el movimiento de estudiantes mexicanos.
«La magnitud de la represión fue a la magnitud del movimiento», afirma Perelló.
«El movimiento estudiantil mexicano se inscribe dentro de la gran movilización mundial: la guerra de Vietnam, el apoyo a Cuba y a las formaciones de guerrilla de América Latina. Era un movimiento libertario, antirrepresivo, que no luchaba para la democracia, sino por la libertad», añade.
No está claro exactamente cuántas personas murieron o resultaron heridas en aquella noche del 2 de octubre. El memorial erigido 25 años después en «la plaza de las Tres Culturas» entre una iglesia y un yacimiento arqueológico azteca lleva inscritos 20 nombres, pero está también dedicada «a muchos otros compañeros cuyos nombres y edades aún no conocemos».
El número estimado de víctimas varía según las fuentes: entre 150 y 200 según la embajada de Estados Unidos, unos 150 según el CNH. El diario británico The Guardian, tras una investigación cuidadosa, eleva la cifra a 325 muertos y miles de heridos.
La matanza «sigue como un capítulo abierto. No hubo veredicto, los responsables no fueron condenados», comenta a la AFP José Buendía, presidente de la fundación mexicana Prensa y Democracia. «Hoy no hay significado político, se queda como una herida abierta, un asunto moral, una bandera contra la impunidad», añade Buendía.
El presidente de entonces, Gustavo Díaz Ordaz, murió. Tras la victoria en el 2000 del Partido de Acción Nacional (PAN), que puso fin a más de 70 años en el poder del Partido Revolucionario Institucional (PRI), el gobierno de Vicente Fox nombró un «fiscal para los delitos del pasado» que dejó a todo el mundo insatisfecho.
Para Marcelino Perelló, el PAN utilizó Tlatelolco contra el PRI al poner bajo arresto domiciliario poco antes de las elecciones de 2006 al ex presidente Luis Echevarría, quien era ministro del Interior cuando ocurrió la masacre.
«No hay todavía justicia», se escandaliza Raúl ílvarez Garín, también miembro del CNH.
ílvarez Garín ya no tiene muchas ganas de hablar de aquel día, cuando se encontraba en la plaza de las Tres Culturas pero, como activista de Frente Nacional contra la Represión, mantener la memoria de la masacre de Tlatelolco le brinda argumentos para luchar contra el gobierno actual que, según él, sigue utilizando la represión para acallar los movimientos sociales.
De los 210 miembros del CNH, 80 fueron arrestados el 2 de octubre. Raúl ílvarez Garín fue condenado a 16 años de cárcel aunque fue liberado «ilegalmente», sin revisión de su juicio, según el militante, tras dos años y siete meses de detención.
Marcelino Perelló huyó a París a principios de 1969 para regresar a México en 1985. Es profesor de matemáticas en la UNAM y forma parte de esa brillante generación de intelectuales siempre activa en México, marcada por el movimiento del 68.
Tlatelolco, dice Perelló, «surgió a partir de una provocación» y evidenciaba «una fractura dentro del aparato de Estado la víspera de los Juegos Olímpicos».
Perelló apoya la tesis de que fueron disparos de francotiradores, ligados a la guardia presidencial, contra los soldados, lo que desencadenó el tiroteo.
El 12 de octubre, diez días después, se inauguraron los Juegos mediante una suelta de palomas de la paz.