Recortar y recortar, hasta matar


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¿Qué calificativo merece un sistema económico que lleva a 6 millones de personas al desempleo, aumenta la desnutrición infantil y limita el acceso a la salud, reduce las pensiones para los jubilados y hace que muchas familias pierdan sus casas?

Javier Estrada Tobar
jestrada@lahora.com.gt


La respuesta correcta la tienen los españoles, que enfrentan una de las peores crisis económicas de su historia, para la que hasta ahora no parece existir una solución y que por el contrario, amenaza con agudizarse aún más.

Y desde el principio sugiero una revisión del sistema económico, ya que para entender bien el asunto no hay que fijarse únicamente en las cifras de la crisis provocada por los malos manejos de las administraciones de los gobiernos o la falta de regulación de las instituciones financieras, sino también en cómo se gestiona esta difícil situación en un modelo sistemáticamente desigual e injusto.

La receta europea para afrontar el déficit tiene sus bases en el recorte del gasto público, lo cual incide directamente sobre el estilo de vida de las personas; a los españoles, desde los ancianos hasta los que todavía no nacen, se les niegan asistencias básicas como la salud, educación y la alimentación.

Al final de cuentas, la crisis económica la pagan los ciudadanos en forma de crisis social y no los bancos o los capitales, que no tienen nacionalidad pero sí se interesan en sacar partida en todos los países donde reposan momentáneamente para hacer negocios rentables.

El informe “La Infancia en España 2012-2013; El impacto de la crisis en los niños”, refiere que “con datos de 2008, se mencionaba que la pobreza infantil en España se acercaba a los 2.000.000 de niños” y “con los datos actuales, en sólo dos años esta cifra ha crecido un 10%, aproximándose a 2.200.000 el número de menores de 18 años que viven en hogares que están por debajo del umbral de la pobreza”.

Por otro lado, la gestión de la crisis está socavando la calidad de vida de los mayores, como lo constata la presidenta de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG), Rosa López, en una entrevista para Zoom News, publicación a la que afirmó que cada vez menos adultos mayores acuden a las casas de retiro por causa de la crisis.

«En las residencias públicas ha disminuido la demanda, y cuando se llama a los que estaban en lista de espera, alegan que ya no tienen necesidad de que el anciano ingrese; incluso en grados de gran dependencia con la ayuda concedida, solicitan que se les pueda seguir atendiendo en casa en lugar de ingresarlo», dijo la experta.

Ni hablar de los millones de jóvenes y adultos que sufren las repercusiones del paro laboral, que en algunos casos les impide emanciparse y en otros –la mayoría– trunca sus posibilidades mínimas de superación y les niega la posibilidad de acceder al sistema educativo.

El punto central no es la crisis, sino cómo afrontarla. ¿Recortar y recortar, hasta matar, o por el contrario, invertir más en las poblaciones vulnerables e inyectar más recursos a la economía para dinamizarla?

A todas luces la receta española es un fracaso en el aspecto social y moral, de tal manera que no le vendría nada mal a los gobernantes y ciudadanos ibéricos echar un vistazo de la receta latinoamericana contra la crisis, que lejos de recortar, apuesta por invertir en la gente.

La economía, en crisis o no, está al servicio del capital y no de las personas. Ojalá que esta situación dramática sirva para cambiar el rumbo del sistema y así se puedan afrontar las crisis con estrategias que prioricen a los seres humanos y sus necesidades.