Recordatorio de la vida efí­mera


Mi percepción me dictamina que el ritual del Miércoles de Ceniza ya no es lo mismo en la ciudad de Guatemala. Antes, desde tempranas horas, al ingreso de la jornada laboral, ya se podí­a observar a buena parte de la población con su cruz de ceniza sobre la frente.

Mario Cordero
mcordero@lahora.com.gt

Sin embargo, la vida cambia, y más aún en los tiempos acelerados de la gran ciudad. Para empezar, que Guatemala ha dejado de ser un paí­s completamente católico, por el ingreso de otras religiones, sobre todo el impulso que los gobiernos han dado a las Iglesias Protestantes, además del fuerte empuje internacional a otras sectas, como Testigos de Jehová y Mormones. Asimismo, habrí­a que analizar la mayor apertura de ideas, que confluye en el aumento de ateos y agnósticos. Pese a ello, mayoritariamente seguimos siendo católicos.

La celebración del Miércoles de Ceniza es, dentro de los rituales católicos, quizá el más filosófico. La frase «del polvo vienes y en polvo te convertirás» no es un dogma religioso, sino una certeza profunda de la existencia humana.

En paí­ses como el nuestro, sobre todo Guatemala, sentirnos que polvo es nuestro «pan nuestro de cada dí­a». No necesitamos que un sacerdote nos lo recuerde imponiendo una cruz en nuestra frente. Cotidianamente, salimos de nuestras casas con la angustiante percepción de que quizá no retornemos, y que es probable de que no miremos de nuevo a nuestra familia.

Me imagino que el ritual católico del Miércoles de Ceniza se estableció, hace siglos, por la necesidad de marcar un final a la pompa y derroche del carnaval, y dar inicio a un perí­odo de reflexión que confluye en la Semana Santa. Pero hoy, estas costumbres pierden sentido. Pedirle a la gente que no coma carnes rojas está de más… por los precios, usualmente, no se está consumiendo.

Sin embargo, el sentido final y filosófico del Miércoles de Ceniza es profundo, y necesario de recordarlo en épocas difí­ciles. Nuestra vida es hoy, y mañana quizá ya no. Nuestra vida es efí­mera, y la mayorí­a de actividades que hagamos, buenas o malas, no permanecerán tal y como las hicimos. Tal vez, si bien nos va, otras personas continuarán nuestras buenas obras.

Y más aún, en paí­ses como el nuestro, donde la delincuencia -común y organizada-, la impunidad y la omisión, nos tienen arrinconados, debemos sentirnos tal y como cantan en aquella canción mexicana: «Haremos de cuenta que fuimos basura, y que un remolino nos alevantó».

Del polvo venimos y en polvo nos convertiremos, una certeza del ser humano que diariamente la recordamos; no sólo hoy.