Recordar con el centauro


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Este próximo jueves se presentará en la sede de Flacso Guatemala la reedición del libro “El recurso del miedo. Estado y terror en Guatemala” de Carlos Figueroa Ibarra, publicado por F&G Editores. A continuación presentamos el prólogo del libro.

POR GABRIEL AGUILERA PERALTA

Carlos Figueroa Ibarra, autor de este libro, tiene dos dimensiones. Por una parte es un cientí­fico social, de los más destacados del paí­s. Las dos vertientes no hacen la vida fácil en Guatemala. Por ello el autor ha generado su elaboración académica en vinculación directa con su actividad polí­tica y a su dramática experiencia personal. Quien ha sido ví­ctima del terror es quien mejor puede desentrañar sus terribles mecanismos.

El enfoque de las ciencias sociales siempre está teñido de un inevitable subjetivismo. Cada quien interpreta la realidad de acuerdo a como la vive. Esto sucede también con el autor de esta obra, pero debe destacarse que su convicción polí­tica no impide una elaboración seria, con argumentos apoyados en la teorí­a y en el análisis empí­rico riguroso. Desde luego, debe ubicarse el libro en la época en que fue elaborado. Recurrir a los clásicos del marxismo puede no tener actualmente la popularidad de hace dos décadas, pero sigue siendo un referente cientí­fico válido.

En la obra se recurre a las ciencias sociales para explicar la recurrente presencia del terror, una variante de la violencia polí­tica, en la historia de Guatemala. Existen diversos intentos de ello. En varios casos se ha entendido el terrorismo del Estado, es decir el empleo de esa forma de violencia como una polí­tica estatal con fines tanto militares como de control de la sociedad, como una caracterí­stica del régimen autoritario que se conformó en Guatemala aproximadamente a partir de la década de los años sesenta del siglo pasado. Pero el análisis de Figueroa Ibarra lo ubica en una dimensión más profunda, como un componente estructural del Estado guatemalteco, originado a partir de las formas de dominación social desde la sociedad colonial y recurrente en todo el desarrollo histórico de Guatemala.

Según esa visión, el terror está siempre presente en las relaciones de clase en Guatemala, manifestándose en diversas formas según las caracterí­sticas que va asumiendo la formación económico-social del paí­s; aunque en ocasiones parece desaparecer, en realidad está latente y vuelve a resurgir cuando aparecen desafí­os fundamentales a las relaciones de dominación. El autor explica esos ciclos con la figura del centauro Quirón, mitad bestia mitad hombre. Así­ serí­a el Estado guatemalteco, aunque pareciera del relato del autor, que este centauro es principalmente “bestia” en cuanto si se mira en ciclo largo la historia del paí­s, principalmente ha recurrido el Estado a la violencia y menos a la generación de la hegemoní­a basada en el consenso en sus relaciones con la sociedad civil. Ello serí­a porque ese Estado tiene una debilidad innata, incapacidad de construir consensos y por ello necesariamente dependiente de su capacidad represiva. Ello a la vez reflejarí­a la cultura polí­tica dominante.

Se trata de una contribución central para entender el terrorismo de Estado en Guatemala. Es un aporte de significación si se recuerda que la experiencia de Guatemala es de las más terribles de Latinoamérica. El planteamiento de esta interpretación es el eje teórico de la obra y el argumento se articula especialmente del análisis de la historia de Guatemala, a la luz de esa perspectiva, en dicha parte.

Se reconocen dos planos de análisis en el libro. El general de amplio horizonte histórico, ya expuesto y uno segundo que se detiene en el estudio de los golpes de Estado que acaecieron en 1982 y 1983. Esa concepción del libro probablemente tiene explicación en la época y circunstancias en que se escribió. Figueroa Ibarra estaba probablemente pensando no solamente en un trabajo académico, sino en hacer una contribución a la estrategia revolucionaria de aquel entonces, en cuanto se buscaba explicar las consecuencias de esos golpes y discutir sus resultados.

Un valor particular tienen estos dos capí­tulos; se trata de análisis pormenorizados de los alzamientos militares. En especial el capí­tulo sobre el segundo golpe y el tiempo de gobierno de Rí­os Montt emplea abundantes fuentes, algunas totalmente originales. Es un capí­tulo valioso para la historia polí­tica reciente.

Desde luego que leyendo el libro 20 años después de que fue escrito, uno conoce el devenir posterior y desde allí­ puede interrogar al texto. Lo central fue el proceso de paz, el fin de la guerra y de la violación de los derechos humanos como polí­tica de Estado. La arquitectura de los Acuerdos de Paz, por otra parte, dibujan una Guatemala que se esperaba sustituirí­a a la que habí­a ido a la guerra y a la del pasado violento.

Ello no ha sido más que parcialmente así­ y ahora se registra que no advino el mundo feliz, sino una violencia de nuevo tipo, que no puede ser atribuida ni al Estado ni a la clase dominante. La violencia actual devora a toras las clases sociales y al mismo Estado. Aunque algunas de sus raí­ces devienen del terrorismo de Estado del tiempo de la guerra, como lo es la supervivencia y metamorfosis de los “cuerpos ilegales y aparatos clandestinos” que combate la CICIG, no se puede hablar de un nuevo ciclo de terror como los identificados en el libro.

Dado el tiempo transcurrido desde la facción del libro, el autor podrí­a haberlo actualizado, confrontando su hipótesis con los hechos de la realidad posterior. El libro no lo intentó y una explicación de por qué no lo hizo se puede encontrar en el prefacio a la segunda edición. Allí­ Figueroa Ibarra aclara que considera vigentes dos afirmaciones centrales del estudio: la naturaleza estructural del terrorismo en Guatemala y que sigue pendiente la transformación democrática del paí­s, tarea pendiente desde 1954.

Si así­ fuera estarí­amos en Guatemala con la ventana de los Acuerdos de Paz en una fase en que nuevamente podrí­a intentarse por la ví­a de la reforma el reencuentro del Estado con la sociedad civil y si ello se lograra, llegar a un Estado fuerte basado en un consenso derivado de la paz. Imaginario de enorme alcance, que obligarí­a al autor a iniciar a partir de esos hechos una nueva narración histórica sobre el paí­s.

Pero si uno se detiene en los acontecimientos cotidianos, en los indicadores sociales y económicos y en las cifras de la violencia criminal, se puede preguntar si tiene utilidad pensar en un imaginario como el descrito. Válido es sin embargo recordar que la historia no es predestinada sino hecho por los humanos y que la oportunidad de llegar a la Guatemala imaginada en la paz aún es posible.

Es así­ como el libro de Figueroa releí­do 20 años después de su elaboración sigue planteando una interrogante pendiente de respuesta. Si seguiremos siendo conducidos por Quirón o si podremos construir otra Guatemala.