Recordando al padre Hermógenes


Carlos-Caceres-Ruiz

Se llamó Eufemio Hermógenes López Coarchita. Hombres y mujeres de San José Pinula le decí­an: “el padre”. También se referí­an a él como el padre Hermógenes. En esas palabras habí­a admiración por su acción espiritual como sacerdote para favorecer a su comunidad. Nadie dejaba de expresarle solidaridad en su lucha para proteger los recursos naturales y en contra del reclutamiento militar forzoso. Un hombre devoto en tenaz oposición al aumento del precio de la leche.

Carlos Cáceres R.
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Su compromiso social se expresó contra la violencia. Con base a este criterio expresó públicamente el 25 de junio de 1978, después de recibir varias amenazas de muerte: “Si es necesaria la sangre de uno de nosotros para que haya paz en Guatemala, yo estoy dispuesto a derramar la mí­a”. Fue asesinado el 30 de junio de 1978.

        Diversos sectores de la sociedad civil impulsaron una amplia protesta contra el crimen. Hombres y mujeres del movimiento sindical y popular recordaron las palabras del papa Pablo VI cuando dijo: “La violencia no es cristiana”. El 4 de julio se llevó a cabo una concentración en la concha acústica del Parque Central para exigirle al gobierno el esclarecimiento del asesinato. “La sangre sacerdotal del Padre Hermógenes –señaló el Comité Pro Justicia y Paz– nos llama a forjar una Iglesia nueva y firme junto al pueblo”.

     La vida del sacerdote López Coarchita transcurrió con base a la filosofí­a de Dios. “(…) Necesariamente se entregaba al hombre: al que sufre, al pobre, al oprimido, al despojado, al marginado”, tal como lo señala Julius Pater en el libro Eufemio Hermógenes. Nuestro Mártir Nacional”. Esta situación tiene un proceso a partir de su natal Ciudad Vieja, Sacatepéquez (1928), forma parte de su vida estudiantil en el Seminario Conciliar de la arquidiócesis –se ordenó el 7 de noviembre de 1954–, posteriormente se desempeñó como capellán de la “iglesita” de Nuestra Señora de Fátima en la zona 7 y párroco de la iglesia de la colonia La Florida en la zona 19. Fue catedrático y director espiritual de la Escuela de Cristo en Antigua Guatemala.
     
     Su pensamiento debe analizarse en el contexto de la realidad socioeconómica de Guatemala. Protestó contra las condiciones de miseria, marginalismo, explotación, analfabetismo, insalubridad e ignorancia en la cual viví­a “su gente”. De acuerdo con el presbí­tero Rafael Rodrí­guez, el padre Hermógenes fue “(…) uno de los arquitectos y constructores de la moderna teologí­a americana (…)”.
    
     Un hombre que dedicó su vida al servicio de Dios –como el padre Hermógenes– comprendí­a la acción recí­proca entre sociedad y naturaleza. Por esta razón, llamaba a proteger los recursos hí­dricos de su parroquia pues afectarí­a los ecosistemas de San José Pinula. El médico de esa población Genard Méndez, un guatemalteco honesto de gran sensibilidad social quien apoyó al sacerdote y, posteriormente se vio obligado a exiliarse en México, dio a conocer su vinculación con el padre Hermógenes por medio de un testimonio en el libro Aproximación a Guatemala, de Carlos Cáceres, publicado en 1980 por la Universidad Autónoma de Sinaloa, México: “Otra de sus preocupaciones y me lo hací­a ver con tristeza –dice Méndez–, era que la gente no entendiera su mensaje y no se organizara. í‰l le dio su apoyo a cooperativas de consumo, a grupos organizados de adolescentes y principalmente a los comités de reconstrucción en las aldeas”.
     
     El padre Hermógenes tuvo plena conciencia de la importancia de las relaciones e interrelaciones de los seres humanos con el ambiente. Este hecho señala la razón por la cual se opuso al traslado de varios rí­os de San José Pinula a la capital, que también afectaba a los municipios de Palencia, Fraijanes, Mataquescuintla, Santa Rosa de Lima y Santa Catarina Pinula. Era un proyecto con propósitos mercantilistas y no tení­a el respaldo del alcalde capitalino Manuel Colom Argueta. En La extinción del cura guatemalteco, texto escrito por el sacerdote López Coarchita en junio de 1973, expuso la necesidad de parar “(…) el progreso tontamente manejado y la extinción del ser humano, a manera de un esquizofrénico suicidio a consecuencia del trastorno de valores, de superpoblación, del irrespetuoso manipuleo o más bien manoseo de las mismas leyes naturales a que el hombre, quiéralo o no, está sujeto por el simple hecho de ser él una partecilla del cosmos”.
    
     El padre Hermógenes acentuó el carácter humano de la ecologí­a. Luchó por la vida y estuvo inmerso en el criterio de lograr la estabilidad, lo cual es posible mediante el desarrollo sustentable. Pero no lo entendieron quienes lucran y depredan los recursos naturales. Fueron ellos quienes utilizaron el crimen con el propósito de detener su acción católica para preservar el ambiente. Sin embargo, su pensamiento continua vigente: “La ecologí­a –dijo– ha tenido que lamentar la extinción de algunas especies de plantas y animales; y la biologí­a en general, la contaminación de los mares y la atmósfera, con las amenazas y reducción de los recursos y valores vitales”.