Por razones personales, ayer en horas de la mañana había escrito con anticipación el artículo que ocupa este espacio. Una vez concluida su redacción lo envié por medio del correo electrónico a la Redacción de La Hora, y me dispuse a hacer lo que tenía previsto.
Sin embargo, antes de dedicarme a lo que ocuparía mi interés ocupé algunos minutos para ingresar a mi buzón cibernético, un poco antes del mediodía, a fin de establecer si me habían enviado mensajes. Así fue. De una decena de correos electrónicos de inmediato me llamó la atención el remitido por mi amigo Ricardo Rosales Román, columnista de este vespertino, quien, sobradamente indignado, me informaba que el periodista José Carlos Marroquín, coordinador de la campaña electoral del precandidato presidencial de la Unión Nacional de la Esperanza, ingeniero ílvaro Colom, había sido objeto de un atentado.
En ese momento llamé telefónicamente a Oscar Clemente, para determinar el estado de salud de su hijo. Afortunadamente el artero ataque perpetrado en horas de la madrugada de ayer no provocó víctimas personales, de manera que José Carlos y su familia resultaron ilesos.
Por las circunstancias como ocurrió el atentado se podría suponer que la acometida no tenía el deliberado propósito de causarle la muerte al joven y talentoso periodista devenido en dirigente político, sino más bien pareciera que el objetivo consistiese en sembrar temor y causarle incertidumbre a José Carlos, así como enviar un cobarde mensaje al mismo colaborador de Colom y al propio aspirante presidencial, lo que no significa que el ataque con metralla y bombas molotov no sea objeto de investigación de parte de las fuerzas de seguridad del Estado, algo que resultaría impropio de exigir conforme las condiciones prevalecientes.
Cuando hace varios meses, cuya fecha no logro precisar, me percaté de que el nombre de José Carlos ya no figuraba en el directorio de La Hora y luego de varios días de ausencia de sus artículos, conjeturé a solas acerca de ese repentino silencio. Para no darle motivos a descabelladas ideas opté por llamar a Oscar Clemente, quien prestamente eliminó las dudas que flotaban en mi pensamiento.
Posteriormente, el presidente del Consejo de Administración del vespertino, en su habitual columna, dio a conocer públicamente lo que me había confiado en forma amistosa, en el sentido de que, como ustedes también se enteraron, en Guatemala es posible participar en política sin mancharse las manos ni corromper los ideales.
También pude colegir de las palabras de Oscar Clemente y ?siendo un tanto infidente? de la conversación que sostuve con José Carlos, que había aceptado la invitación de participar en la UNE, con la condición de que el partido y su precandidato no se prestaran a sucias maniobras ni a aceptar presiones nefastas, externas o internas.
Esos requisitos se han cumplido y probablemente esa vertical posición de José Carlos le ha granjeado enemigos, de suerte que una de las hipótesis que se podría plantear en torno al atentado de ayer en la madrugada, es que los autores intelectuales (¡!) y materiales de la agresión podrían ser quienes no han podido penetrar en las filas de la UNE o de sujetos desplazados de posiciones de mando.
Por supuesto que lo expuesto líneas atrás, como la palabra lo indica, no es más que una especulación, porque también podría ser que la furiosa acometida tenga su origen en otros partidos políticos o grupos de presión que anticipadamente dan por descontado el triunfo electoral de Colom.
Sea como fuere, es decir, provenga de donde proceda el ataque intimidatorio, debe ser enérgicamente condenado y rechazado por todos los sectores sociales y económicos; pero especialmente por los dirigentes de la totalidad de las organizaciones políticas, que también deben convenir en que las campañas proselitistas se realicen en un marco de respeto mutuo, sin agresiones verbales ni ataques violentos, para intentar rescatar la actividad política del fango en que ha caído.
No es posible que a estas alturas, al aproximarse la celebración de la firma de los Acuerdos de Paz que pusieron fin al trágico y extenso conflicto armado interno, Guatemala retorne al oprobioso pasado, cuando los opositores políticos de los gobiernos autoritarios eran perseguidos, acosados, torturados y ejecutados.
El atentado en contra de José Carlos cobra dimensiones más graves aún, porque está dirigido contra un joven ciudadano que, al contrario de la mayoría de hombres y mujeres de edad juvenil que no quieren saber nada de política, él decidió poner al servicio de un partido su capacidad y honestidad, en el afán de consagrar el ejercicio democrático como el mejor instrumento para alcanzar el bienestar de los guatemaltecos, básicamente de los grupos menos afortunados.
(Mi amigo Romualdo le reitera a José Carlos las palabras de Santiago Ramón y Cajal: ¿No tienes enemigos? ¿Es que jamás dijiste la verdad o jamás amaste la justicia?)