La reforma migratoria fracasó hoy en el Congreso estadounidense, dejando en el limbo a millones de indocumentados que viven actualmente en el país y asestando un duro golpe al presidente George W. Bush, que quería convertir el proyecto en uno de los hitos de su mandato.
«Estoy muy decepcionado por no haber podido aprobar esta ley», afirmó el jefe de la mayoría demócrata Harry Reid, quien retiró del pleno del Senado el proyecto de reforma, tras la negativa de la cámara de cerrar el debate para pasar el viernes a la votación final.
«Creo que se trata de una victoria para el pueblo estadounidense», replicó el republicano Jim Demint, el más férreo adversario del proyecto que preveía regularizar a los estimados 12 millones de indocumentados que viven en Estados Unidos y otorgar 4.400 millones de dólares para la seguridad fronteriza.
El Senado estadounidense bloqueó este jueves la reforma migratoria, que regularizaría a millones de indocumentados y también reforzaría la seguridad fronteriza, al impedir que el controvertido proyecto fuera sometido a la votación final el viernes.
«Es un día triste para Estados Unidos», lamentó el senador demócrata Charles Schumer. «Todo el mundo sabe que nuestras leyes de inmigración no funcionan y nuestro país pierde parte de su grandeza cuando no logra arreglar algo que todo el mundo sabe que está que está roto», dijo.
Tras el fracaso, todas las miradas se dirigieron hacia Bush, que trató hasta última hora de convencer a los senadores de su partido republicano de apoyar una reforma que prometió a sus electores hace más de tres años, al iniciar la campaña electoral para la reelección que consiguió en noviembre de 2004.
En su primera reacción, el presidente no disimuló su malestar: «El fracaso del Congreso para hacer algo constituye una decepción», explicó Bush, cuyo liderazgo quedó en tela de juicio por su falta de control sobre su partido, que también empieza a cuestionar seriamente su política en Irak.
«Muchos de nosotros trabajamos duro para ver si podíamos lograr un terreno común. No funcionó», lamentó el mandatario, quien llamó al Congreso a unirse a partir de septiembre para aprobar otras leyes importantes entre las que no incluyó la reforma migratoria, dando por perdida la batalla.
El proyecto de reforma migratoria dependía de una frágil minoría en el Senado y había sido severamente criticado por parte de los republicanos que lo tildaron de «amnistía» para los indocumentados y también por sectores demócratas e hispanos que lo consideraban insuficiente.
El proyecto de ley incluía la regularización de los estimados 12 millones de indocumentados que viven en Estados Unidos, la creación de un sistema de contratos temporales para futuros inmigrantes y 4.400 millones de dólares para reforzar el control de la frontera con México.
El fracaso se produjo después de que otro proyecto de reforma fuera rechazado el año pasado por el Congreso, a raíz de la oposición del sector más radical del Partido Republicano, que perdió dos meses después la mayoría en ambas cámaras del Congreso en las elecciones legislativas de noviembre.
Según una encuesta publicada por el diario USA Today, la comunidad hispana,
que podría determinar los resultados de las presidenciales de 2008, le está dando la espalda a los republicanos por su posición sobre inmigración, entre otros motivos, según una encuesta publicada por el diario USA Today.
Casi dos de cada tres hispanos interrogados (58%) se declararon demócratas contra sólo 20% que se declaró republicano, la mitad menos que el récord alcanzado por el actual presidente cuando logró la reelección en 2004, superando el 40% del voto latino.
Los partidarios de la reforma querían que el Congreso la aprobase cuanto antes para evitar que se convierta en uno de los temas candentes de la campaña electoral para las primarias de principios del próximo año, primer paso hacia las elecciones presidenciales de noviembre.