Rebeldes, al poder


Pushpa Kamal Dahal (I), lí­der opositor maoí­sta, y el rey nepalés Gyanendra (D).

Los ex rebeldes maoí­stas, a las puertas del poder en Nepal tras ganar por amplio margen las elecciones del 10 de abril pasado que darán paso a la abolición de la monarquí­a, prometieron hoy que obligarán al rey Gyanendra a irse al exilio.


«La primera reunión de la Asamblea Constituyente pondrá fin a la monarquí­a y no habrá ningún compromiso al respecto», declaró a la prensa el ex jefe rebelde Prachanda, llamado El Temible, tras una reunión con embajadores y responsables de la ONU.

Los maoí­stas que combatieron en la selva desde febrero de 1996 hasta los acuerdos de paz del 21 de noviembre de 2006, están a punto de llegar al poder tras su inesperada y aplastante victoria en las urnas.

Sin embargo, hoy, Prachanda dijo que «en este momento, no puedo renunciar a toda forma de violencia», antes de que su portavoz, Krishna Bahadur Mahara, aclarara que hace un año y medio, Prachanda se comprometió a no volver a la lucha armada nunca más.

«No podemos pensar en retomar la violencia en el momento en que llegamos al poder mediante las urnas», insistió Mahara.

En efecto, un año y medio después del final de una guerra civil que dejó 13 mil muertos, «los maoí­stas llegan en cabeza por amplio margen» tras el escrutinio completo de las elecciones del 10 de abril, declaró Matrika Shrestha, responsable de la Comisión Electoral.

El 60% de los 17,6 millones de electores nepaleses eligieron esta Asamblea Constituyente encargada de obtener la abdicación del rey Gyanendra y enterrar la única monarquí­a hinduista del mundo.

Los ex rebeldes, considerados terroristas por Estados Unidos, ganaron 217 escaños de la Asamblea Constituyente encargada de redactar una nueva Constitución y transformar la monarquí­a en república federal.

Sus rivales directos del Partido del Congreso nepalés dispondrán de 107 escaños, según la Comisión.

La cámara de 601 diputados redactará, en un principio desde su primera reunión, una ley fundamental llamada a abolir la monarquí­a, conforme a un acuerdo alcanzado en diciembre entre los maoí­stas y los partidos polí­ticos.

Los maoí­stas tienen mayorí­a simple, de modo que estarán obligados a hacer acuerdos con el Partido del Congreso y con el Partido Comunista Marxista-Leninista Unificado.

A pesar del triunfo de los maoí­stas y de sus insistentes llamamientos a que la monarquí­a deje el poder «de forma elegante», el rey parece aferrarse al trono y esta semana ya dijo que no se irá al exilio en la vecina India.

A los 60 años, el rey Gyanendra, riquí­simo descendiente de la dinastí­a de los Shah de 239 años de antigí¼edad, es rechazado por la mayorí­a de los nepaleses. En dos años perdió todas sus prerrogativas, incluidas las de jefe de Estado y jefe de las Fuerzas Armadas.

Gyanendra tiene todaví­a el apoyo de generales leales al trono y de los fundamentalistas hindúes activos en la frontera con India.

Pero para muchos nepaleses sigue siendo la encarnación del dios hindú Vishnú, aunque haya accedido al trono tras la misteriosa masacre de su hermano, el rey Birendra, y de su familia, el primero de junio de 2001 a manos del prí­ncipe Dipendra, quien inmediatamente se suicidó.

Nepal, reino himalayo estratégico, está enclavado entre la India y China.