La «chica material» tenía previsto visitar una favela de Río de Janeiro durante su estancia en Brasil, pero desistió por la situación de inseguridad en esa localidad.
Madonna llegó llegó a la capital carioca anteayer con el propósito formal de realizar shows y videos en los barrios pobres brasileños, conocidos como favelas, para recaudar fondos contra la pobreza, como ya lo ha hecho en otros países pobres.
Pero su aterrizaje en la capital carioca produjo más controversias que resultados caritativos. Tenía un compromiso: un encuentro con el grupo Afroreggae, una ONG con sede permanente en las comunidades más violentas de Río. Pero sus productores decidieron suspender la reunión cuando se enteraron que los directores de la organización pensaban llevarla al barrio Vigario Geral.
El propósito era hacer filmaciones y «mostrar la otra cara de la Ciudad Maravillosa». Pero las expectativas se frustraron. Los representantes de Madonna consideraron que era un auténtico peligro.
Poco después, en una acción inusitada e intempestiva, la policía militar desplegó un cerco sobre las mayores «comunidades», subterfugio lingí¼ístico ideado para evitar el ominoso nombre tradicional que se les da a esas villas miserias.
Esta vez, la redada policial se abatió sobre los morros que pueblan la región oeste de la capital carioca y detuvo a 19 «milicianos», nuevo nombre que reciben bandas de delincuentes que pasaron por las fuerzas de seguridad y que ahora tienen dos misiones simultáneas: entrenar en el uso de armas pesadas y en las tácticas militares a las tropas del narcotráfico.
En paralelo, explotan múltiples «servicios a los moradores de las favelas». Por ejemplo, la «seguridad» y el «transporte» para la población, además del peaje a sus principales clientes (los traficantes).