La mesa, las cartas, No obstante la enorme cantidad de jugadores y de verdaderos tahúres que saturan el medio, no se ve claro que alguien se atreva a poner las cartas sobre la mesa. A través de los medios informativos, en corrillos políticos e incluso en pláticas callejeras o de cantina se habla de que ya es tiempo, es necesario, urgente e impostergable poner las cartas sobre la mesa, pero este noble y socorrido mueble sigue vacío y las tales cartas no se aparecen por ningún lado, de manera que seguimos a la espera. La mesa está ahí cartas sabemos que las hay, marcadas o no. Sólo es cuestión de un movimiento, un ademán, un gesto, y ya.
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En caballo blanco. Habiendo en el mundo equinos de variados colores ? negros, azabaches, cafés, pintos, pardos, bayos, grises, alazanes, roanos, y blancos-, no veo yo por qué todo el mundo quiera salir en caballo blanco. Al menos esto suele asegurarse «Fulano siempre quiere salir en caballo blanco». Y ciertamente, muchos lo logran, y allá van, altaneros, montados en un brioso caballo tan blanco como una nubecilla en cielo despejado. Mientras los caballos de otros colores permanecen en el establo, sufriendo en silencio, entre relincho y relincho, el desdén de esos descoloridos seres humanos que siempre, siempre salen en caballo blanco.
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Lectura_ intestinal. Como tiene la sana e ilustrada costumbre de leer cualquier papel impreso mientras, cómoda o incómodamente sentado, evacua el intestado, digo, el intestino, al nomás sentir los primeros avisos de que es procedente, impostergable e intransferible buscar el asiento sin fondo, llamado también receptáculo, no piensa otra cosa que echar mano al primer escrito que encuentre a la vista, según la urgencia del caso. Si no es demasiada la premura, puede que se lleve la novela o el libro de ensayos que dejó en la página 329; si, por lo contrario, la necesidad apremia y compele, lo más probable es que entre al aposento con las manos vacías y no tenga más remedio que leer y releer, letra por letra, el recibo o la factura que, menos mal y por descuido, trae con varios dobleces en el bolsillo trasero del pantalón.
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Plusmarca en yerros (no hierros) En el anterior Realidario (DCXXXVIII), debido a cierta suspicacia condicionada, contabilicé trece (13) erratas, una especie de marca o máximo nivel alcanzado a lo largo de 21 años. Y como siempre lo he dicho, a golpe dado ya no hay quite, pero estas bagatelas no dejan de resentirse, un poco, cada vez.
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Pan o vino. En casos extremos, en casos verdaderamente excepcionales, está permitido llamarle pan al vino y, viceversa, vino al pan. Pero, repito, únicamente cuando las circunstancias así lo exijan y demanden, cuando no haya otra salida, ya que un abuso en esto podría tener consecuencias insospechadas. Porque como todos sabemos y entendemos, el nombre del vino es vino y el nombre del pan es pan, dos cosas muy diferentes que hasta el más tonto sabe distinguir y por lo tanto nombrar o llamar. No obstante -y excúseseme la insistencia-, alguna vez en la vida, que ojalá sea nunca, habrá que llamársele vino al pan y pan al vino. Salud y buen provecho.