Realidario (DCXLVI)


ProRetroceso. Entrevistados de forma separada o individual, los señores Adam Smith, Henry Hazlitt, Ludwin von Mises, Milton Friedman, Frederick von Hayeck, Margareth Tatcher, Ronald Reagan, George Bush, Eudocio Rabines, Luis Pesos, perdón, Pazos, Mario Vargas Llosa, Carlos Alberto Montaner, Andrés Oppenheimer, y el emperador Carlos I de España y V de Alemania, negaron de manera rotunda y categórica que ellos estén detrás, sean los inspiradores e instigadores del afamado proyecto neoliberal, oligárquico y protoliberacionista denominado ProReforma (sic) a la Constitución polí­tica, aunque sí­ reconocieron tener todos ellos un obvio ascendiente ideológico-doctrinario entre los zares que conducen dicho caballo de Troya seudolegal, criatura gestada por la innombrable y fascistoide Liga ProPatria (del criollo). No obstante, las eminencias consultadas acotaron que el poder económico en el paí­s de la eterna tiene el (o la) sartén por el mango, es virtual dueño de la situación y posee la última palabra desde tiempos de la colonia, o antes, por lo que no consideran justificada una restauración a la llamada Carta Magna, aunque de la ultraderecha más o menos pensante y actuante cualquier cosa se puede esperar (cita textual). O sea que quieren seguir mamando, bebiendo leche y acostándose con la vaca.

René Leiva

Kafkiano. Molesto, indignado, en plática de sobremesa, mi viejo amigo y colega Franz Kafka me decí­a que ignora por qué se le atribuye precisamente a él ser el autor del diseño o procedimiento utilizado en la Superintendencia de Administración Tributaria (SAT) y que se aplica en contra de las personas que por desgracia necesitan realizar todo tipo de trámites impositivos en dicha dependencia estatal. El autor de La metamorfosis y la muralla china manifiesta estar harto de que asocien su insigne nombre, incluso por quienes nunca lo han leí­do, con actividades administrativas en oficinas públicas, con burócratas, escritorios, ventanillas, expedientes, fotocopias, formularios espantosos, colas o filas de personas, tramitadores, cacheos a la entrada de los antros donde la dignidad se queda en dicho acceso… ¡Pobre Franz! Un adjetivo derivado de su apellido como castigo eterno por haber escrito obras como El Proceso, El castillo, América. Pero no, el espí­ritu de Kafka siempre estará más allá de cualquier dependencia burocrática, por «kafkiana» que parezca, mi estimado Franz.

Cosas veredes. A estas alturas y honduras, Sancho ya se encuentra abrumado de tantas cosas veredes, ciertas, indudables o manifiestas, desde que su empleador y maestro, un cierto Don Quijote, le harí­a ver tales hechos y circunstancias, a manera de lección, para que le alimentasen, todaví­a más, el sentido común, a pesar de que tales cosas podí­an parecer extraordinarias o excepcionales o nunca vistas ni imaginadas. En compañí­a de Don Quijote, Sancho Panza tuvo más que suficiente en materia de cosas veredes que no dejaban de asombrar, señaladas así­ por el propio caballero de la triste figura. Pero con el paso del tiempo cualquiera viene y se cree con derecho a recurrir a la simpleza del bueno de Sancho, a apoyarse en él, confianzudamente, para hacerle notar, casi siempre por escrito, que esta o aquella cosa, más bien tenida por increí­ble, pertenece al terreno-de lo verdadero, y Sancho, que en realidad puede ser cualquiera (de nosotros o de ustedes) silencioso, no dice ni sí­ ni no.