MíS LEí‘A AL FUEGO. Viéndolo bien, echarle más leña al fuego debería estar catalogado, ya como un arte, ya como una técnica, ya como una mística, dependiendo del fuego y de la leña en cuestión. Porque no se trata solo de tomar un trozo de madera -precisamente de la que se utiliza para combustible- y ponerlo o tirarlo a las llamas para que éstas continúen por corto o durante largo tiempo. Se trata de seleccionar el leño indicado, preciso, y no otro cualquiera; de saber colocarlo en el lugar y momento exactos en que el fuego amenace con apagarse o extinguirse. Y, de ser posible, si es que entonces hay poco viento, proceder a soplar con energía, cuidando que no vaya a saltar una de esas chispas que van a dar directamente al ojo.
VARAS ESPURIAS. Fuentes confiables que piden reserva de su identidad, aseguran que existe más de una vara para medir; es decir, al parecer no todo se mide con la misma vara, que sería lo correcto, justo y de conformidad con los estándares internacionales; más bien se utilizan dos o más varas, o varas espurias, que aparentan ser la misma vara, y ello con el inconfesable propósito de engañar a la ciudadanía. Sin embargo, dicha estratagema no funciona del todo, pues muchos se han dado cuenta a tiempo, en infinidad de casos, que no todo es medido con la misma vara, lo cual crea gran cantidad de conflictos, pugnas y rencillas, además de socavar, aún más, los principios democráticos. Urge, entonces, que un equipo técnico ad hoc revise la vara en cuestión y verifique si es la misma que en teoría sirve para medirlo todo desde tiempos remotos, y que ya nunca más se emplee otra u otras varas ilegítimas y falsas que van en detrimento de las comparaciones y las referencias sociales.
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LAS PATAS DEL GATO. Como es sabido, impulsado por quién sabe qué recónditos atavismos, el humano siempre ha ido a la búsqueda de quimeras, utopías, vellocinos de oro, jaujas, arcadias, paraísos perdidos, mundos interestelares, islas de las especierías, en fin. Entonces no es raro que desde tiempos inmemoriales (o desde la «noche de los tiempos») el hombre y la mujer también se dediquen a buscarle tres pies al gato; tarea sublime y altamente poética, por cierto. Porque como también se sabe entre casi todos los sectores, mi amigo el gato tiene cuatro patas, dos adelante y dos atrás, o bien dos a la derecha y dos a la izquierda, en la inmensa mayoría de los casos. Cuatro patas, no menos, y en eso no nos perdemos ni nos hacemos bolas. Pero el hombre, un ser bien indefinible y problemático, le busca tres pies al gato en ese afán de locas aventuras que le es inherente. (Y a veces, en el colmo de lo asombroso y excepcional, ese místico afán de búsqueda rinde sus frutos).
La acelerada devaluación de esa abstracción llamada «reconocida honorabilidad» corre parejas con la extinción de las honrosas excepciones. Posmodernos nutrientes, por omisión, de la moral del país de la eterna.