Realidario (DCCVII)


rene-leiva-pixeleada

LA MELODÍA SUBLIME QUE PRODUCEN LOS BILLETES. Siento mucho disentir con Oscar Clemente, pues mientras él escribe sobre “El atractivo ruido que hacen los billetes”, yo, por el contrario, más bien me refiero a la música celestial, etérea, sublime y extasiante que producen los acordes y arpegios de esos mismos billetes cuando son contados por la cajera, el pagador, la maquinita contadora, etc., ya sea en la iluminada ventanilla de un banco, en un oscuro cuarto de hotel, o bien por debajo de la mesa.

René Leiva

 


El efecto estético y expresivo que provoca en cualquier ánimo o sensibilidad el sonido excelso de varios fajos de billetes no tiene parangón en este mundo.  ¿Me equivoco?
*****
PÁJAROS Y ESCOPETAS.   A todos aquellos que ignoran desde cuándo los pájaros (o los patos o los zanates) le tiran a las escopetas, conviene informarles que esta práctica se viene dando casi a partir del momento mismo en que la escopeta fue inventada e inspirada por el mismísimo demonio (como todas las armas habidas y por haber); pero sucede que en un principio, como creación semihumana que es, la escopeta fue disparada por hombres principalmente, aunque poco a poco los pájaros, de tanto verla y ser las víctimas directas de dicho artefacto, le fueron tomando confianza y empezaron a hacer intentos y a realizar sus propios disparos, de manera tímida y furtiva, sin que por lo excepcional y espaciado la gente se diera cuenta del hecho, hasta el día de hoy en que ya no se considera tan raro o extraordinario que los pájaros (algunos de ellos diestros tiradores) le tiren regularmente a las propias escopetas, pues nada hay más justo, digno y satisfactorio en esta vida que devolver lo suyo a quien le pertenece, por así decirlo, debiéndose hacer notar el hecho de que no es al hombre, su semi inventor, a quien mi amigo el pájaro (o el pato o el zanate) le tira, sino a su invento, instrumento de muerte.
*****
SILENCIO CRONOMETRADO.  Me disgustan los minutos de silencio tanto por parecer eternos como porque no lo son.  Caras de circunstancias, ostensibles hipocresías, simuladas impaciencias.  Un minuto, escaso, de silencio, en que el pensamiento se evade hacia otra parte y nada se ha rescatado del olvido.  A la memoria, por la memoria,  en memoria… Y en las congregadas memorias se sepulta el recuerdo.  Otro entierro con paladas de mudez.  Un minuto de silencio, reloj o cronómetro en mano, ni un segundo más; diez o quince segundos menos.

Que siga, o comience, la función.