Por regla general las reacciones no se hacen esperar. Ante un suceso de real o supuesta importancia o impacto, las reacciones se dan de forma casi instantánea o inmediata, a los pocos minutos o segundos de acaecido el hecho. No obstante, de vez en cuando, para variar, sería conveniente e interesante que las reacciones se hicieran esperar durante un tiempo no precisamente prudencial, por horas e incluso días enteros. Y mejor si las reacciones dejaran esperando para siempre a quienes están acostumbrados a esperarlas. Hay consumidores compulsivos y adictos a las reacciones que no les dejan esperando.
Cabalmente, las reacciones tienen mal acostumbrada a mucha gente que vive esperándolas cada vez que sucede algo que esa misma gente etiqueta como importante. Si esa gente se dedica únicamente a esperar las reacciones, estas, infatuadas y engreídas, reaccionan inmediatamente, sabedoras de que todo cuanto declaren y expongan se considera, incluso, más importante y trascendental que el propio hecho que les da origen.
Unas reacciones que se hicieran esperar un poco tendrían una mayor estima, apreciación y valoración dentro del mercado de la llamada Opinión Pública. Se supondría.
Con el tiempo, las reacciones que no se hacen esperar pierden su espontaneidad, originalidad y frescura, pues reaccionan ya por inercia, por hábito, por puro impulso, sin pensarlo dos o tres veces, sin someter a frío análisis la causa o el motivo de su reacción. El profesionalismo e incluso la especialización y ya no digamos el interés personal o sectorial en las reacciones que no se hacen esperar, les resta autoridad intelectual, moral y ética.
(En lo personal me parecen más respetables y creíbles las reacciones que se hacen esperar; a las que debe pedirse cita, hacer antesala, que se toman su buen tiempo porque van al fondo del asunto.)
El 75 por ciento de las reacciones que no se hacen esperar están elaboradas a base de prejuicios, ideas preconcebidas, esquemas mentales, construcciones ideológicas, perogrulladas, machotes o formularios con logotipo, consignas y mensajes más o menos subliminales…
La mayoría son infaltables, de cajón, puestas de moda, producto de su tiempo y su mercado, a las que se recurre para casi todo…Muchas se creen indispensables, que el mundo está pendiente de ellas, que si no reaccionan quién sabe qué puede pasar…
Se sabe de reacciones de respuesta inmediata que cuentan con todo un conjunto de programas, instrucciones y reglas para reaccionar como se espera de ellas, sea con soporte lógico o soporte físico, mecánico, biológico o electrónico. Y todo dentro del postmodernismo más decadente, por supuesto. (Con la colaboración de los doctores Gall & Matías.)