Reabre cueva prehistórica de Altamira: «La pintura parece reciente»


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«Hoy he notado el peso de la historia». Álvaro San Miguel salía muy impresionado de la Cueva de Altamira, en el norte de España. Javier Miguel Ors aseguraba llevarse «un recuerdo imborrable» al abandonar uno de los conjuntos pictóricos más importantes de la Prehistoria.

POR SARA BARDERAS AGENCIA DPA

Los dos españoles estuvieron entre las cinco personas -tres hombres y dos mujeres- elegidas por sorteo para visitar la llamada Capilla Sixtina del arte rupestre.

Cerrada a cal y canto al público desde 2002 para evitarle un deterioro mayor al que ya sufrió por las visitas sin control, sobre todo en las décadas de los 50 y 60, el lugar recibió hoy visitantes no científicos por primera vez en 12 años.

«Estoy encantado de haber entrado en la cueva. Lo que me ha impresionado son los colores de las pinturas, parecen hechas ayer mismo», decía el profesor jubilado Antonio Díaz Regañón.

Situada en las afueras de la localidad de Santillana del Mar, en la región española de Cantabria, en la Cueva de Altamira arrancó hoy un proyecto experimental que no toda la comunidad científica ve con buenos ojos.

Desde hoy y hasta agosto, seis personas elegidas por sorteo la visitarán semanalmente. Solo estarán 10 minutos dentro de ella.

Se quiere medir el efecto de la presencia humana en las pinturas rupestres, con entre unos 14.500 y 20.000 años de antigüedad. Entre los parámetros medidos figuran la humedad que causan las personas con la respiración y el aumento de la temperatura.

Los cinco agraciados accedieron hoy con monos (buzos), gorros, guantes y mascarillas desechables, además de con calzado especial.

La presencia humana en la cueva agrede a las pinturas, ya se sabe. Pero se quiere conocer hasta qué punto pueden aguantar, ya que mantener el cierre indefinidamente no parece una solución para algunos, sobre todo los políticos. En base a estos estudios se decidirá si la reapertura es definitiva o no.

El Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), la joya de la investigación pública española, se pronunció en su día de forma crítica con la apertura al público del lugar.

«La entrada continuada de visitantes provocaría un nuevo cambio microambiental y nuevos aportes de nutrientes que podrían conducir a una fase de proliferación» de microorganismos que pueden dañarla, indicó en un informe en 2010, cuando los políticos daban las primeras señales de querer reabrirla.

Otro peligro es la pérdida de color de las pinturas.

«Altamira es como un enfermo que está en el hospital y que lentamente se puede ver si sale», explicaba hoy el director científico de su programa de conservación, Gaël de Guichen.

Declarada Patrimonio de la Humanidad en 1985, el conjunto pictórico que alberga pertenece a los periodos magdaleniense y solutrense. La cueva fue descubierta en 1879, y se convirtió en un punto de partida para la investigación del arte del paleolítico.

Las visitas durante la dictadura de Francisco Franco se realizaron prácticamente sin control. Con la democracia, se cerró al público de 1977 a 1982. A partir de ese año volvió a abrirse, pero con un régimen restrictivo de visitas, hasta septiembre de 2002.

En Altamira llama sobre todo la atención el realismo de las figuras representadas, entre ellas sus famosos bisontes.

Las mismas figuras cuya copia está en la «neocueva», la reproducción que alberga el museo cercano y que se abrió en 2001 para que los visitantes pudieran conocer Altamira al cerrar esta sus puertas. «Hoy ha sido un día muy importante», destacaba el director del museo, José Antonio Lasheras.

La réplica la visitaron cerca de tres millones de personas desde su apertura. Entre los visitantes de la copia se sortearán semanalmente, como hoy, las seis plazas para la verdadera.

«La pintura conserva bastante fuerza, creo que a cualquiera le impresionan las luces y cómo vas descubriendo las pinturas. Parecen muy recientes», decía hoy Ors ante los numerosos medios de comunicación congregados allí, expectantes.

Carolina Pardo, otra de los cinco visitantes, no apreciaba tantos matices. «Más que la cueva me ha emocionado la pasión de los trabajadores que la cuidan. Las pinturas son muy parecidas a las de la réplica. La verdad es que no veo diferencia», decía.