Reabramos el Diálogo Nacional


Hace una semana, instaba a la firma de un Pacto de Gobernabilidad, como salida a la crisis que el crimen organizado ha provocado en el paí­s a partir de marzo de este año. La cadena ha sido evidente: desde el «Martes Negro» hasta la denuncia de un plan de asesinato de dirigentes del Partido Patriota. Iniciada la bola de nieve con el asesinato de pilotos y pasajeros de buses, ahora dos sectores polí­ticos encontrados polarizan la situación, para satisfacción de los capos del crimen organizado. Si los lí­deres polí­ticos son incapaces de ver esta conjura que pretende el colapso del Estado es porque no hay peor ciego que el que no quiere ver. O quizás sea porque al mejor estilo de los «cangrejos chapines», confí­an en que la caí­da de la UNE les abra la supuesta oportunidad de oro que se escapó en las urnas electorales. Sin ser adivino, podrí­a vaticinar que antes de seis meses el «nuevo» gobierno estarí­a igualmente colapsando.

Ing. Raúl Molina

Por ello, dos personas con visión polí­tica, el arzobispo Quezada Toruño y el Secretario General de la OEA, han instado al diálogo para evitar la confrontación. Creo, firmemente, que ése es el instrumento para salir de la crisis; pero no pienso que sea cualquier diálogo. No se trata de que discutan y negocien las fuerzas pro-Colom y las anti-Colom. Eso no serí­a diálogo sino que transacción: tú me das y yo te doy. Por un lado los intereses de los golpistas y por otro los de los oficialistas. Por un lado, un sector de la burguesí­a y el Banco Rural; por otro, otro sector de la burguesí­a y el Bancafé y la rancia oligarquí­a. Por un lado, según la voz popular, militares involucrados en el crimen organizado y, por el otro lado, también. ¿Y el pueblo? Muy mal, gracias.

Por ello, planteo reabrir el Diálogo Nacional, con el arzobispo Quezada como Conciliador Permanente. Diálogo Nacional sin exclusiones, salvo el crimen organizado y la violencia callejera, y sin abstenciones, como la del CACIF durante la búsqueda de la paz. Ni entonces ni hoy esa abstención tiene sentido; no hay ninguna fuerza viva, incluidos los jóvenes, que deba estar excluida de la búsqueda de soluciones polí­ticas, económicas y sociales. No se puede combatir la violencia e inseguridad, en ninguna parte del mundo, si no existe inversión social, que garantice empleo para evitar el hambre, la marginación y la delincuencia. No puede haber inversión social si los ricos se siguen resistiendo a pagar los impuestos que por decenios le han sustraí­do al Estado. Y como su excusa por su falta de pago es mencionar la corrupción del gobierno, también hay que abordar la corrupción estatal, junto con la de la iniciativa privada. Tampoco se puede reducir la violencia cuando la violencia estructural sigue cobrando cientos de miles de vidas inocentes entre nuestros pobres.

Hay que dialogar. Por ahora, para enfrentar todos juntos al crimen organizado, destruyendo sus estructuras clandestinas. Pero si no se abordan también las trabas históricas a nuestra paz y desarrollo, tarde o temprano el conflicto estallará de otra manera. Nuestros Acuerdos de Paz han quedado inconclusos, porque los sectores de poder se resistieron a cumplir todas sus disposiciones. Hay que retomarlos, cumplirlos a cabalidad y desarrollarlos. Ese debe ser el objetivo final de la reapertura del Diálogo Nacional.