La inestable relación entre Siria y Arabia Saudita, potencias regionales que apoyan a bandos rivales en Líbano, dificultan y podrían retrasar de forma indefinida la formación de un gobierno de unión en este país, según analistas.
«Todo el mundo está de acuerdo en decir que no habrá gobierno a corto plazo ya que la cuestión va más allá de los actores locales», escribe el analista Ibrahim Bayram en An-Nahar, un periódico cercano a la coalición mayoritaria en el Parlamento.
«La crisis de gobierno se ha vuelto dependiente de los cálculos y los conflictos regionales e internacionales», añade.
Arabia Saudita, principal aliado de Estados Unidos en la región, apoya a la mayoría, mientras que Siria e Irán está con la minoría liderada por los chiitas de Hezbolá.
Riad y Damasco tuvieron un acercamiento tras las fuertes tensiones suscitadas por el asesinato en 2005 del ex primer ministro libanés Rafic Hariri, protegido de Riad, y por el cual Siria, antigua potencia que ejercía la tutela de Líbano, fue señalada como sospechosa.
El reino reprocha también a Damasco su apoyo a Hezbolá y a los palestinos de Hamas, así como su relación con Irán, cuyo controvertido programa nuclear es fuente de inquietudes para Riad.
«Líbano es uno de los temas sobre los que Damasco y Riad pensaban que podían acercarse, pero parece que no se han puesto de acuerdo en muchas cosas», afirma Fawaz Trabulsi, profesor de ciencias políticas en la Universidad estadounidense de Beirut.
Para varios observadores y hombres políticos, las relaciones entre las dos potencias regionales se han «enfriado», por culpa de los numerosos temas molestos.
«Su acercamiento dio sus frutos durante las elecciones legislativas, pero no es el caso para (la formación de) el gobierno», señala Trabulsi.
Arabia Saudita había apreciado la aparente no injerencia de Damasco en las legislativas del 7 de junio, de las que salió vencedor el hijo de Rafic Hariri, Saad, que recibió el encargo de formar gobierno.
Pero, tres meses después de los comicios, Líbano todavía no se ha dotado de un nuevo gobierno porque las negociaciones están estancadas aparentemente en el reparto de las principales carteras entre la mayoría y la oposición.
Ayer Hariri afirmó que la oposición no puede imponer sus condiciones a la mayoría. «Queremos en efecto que esta minoría participe del gobierno, pero no puede imponer las condiciones reclamando esto (un puesto) o esto. Es inaceptable».
Para Paul Salem, director del Centro Carnegie para Medio Oriente, el calentamiento de las relaciones entre Siria y Arabia Saudita no ha supuesto un cambio radical, sobre todo a nivel de la política siria, a pesar de la apertura de la administración estadounidense de Barack Obama hacia Damasco.
«Aunque las cosas mejoren, a nivel de relaciones Damasco-Riad de una parte y Damasco-Washington de la otra, Siria negocia duro y causa todavía problemas, como vimos en la reciente crisis con Irak», afirma.
Irak y Siria llamaron a consultas a sus embajadores respectivos tras un doble atentado mortal en Bagdad. Irak pedía a Damasco la extradición de dos iraquíes sospechosos de estar implicados en el atentado.
El martes, el presidente libanés, Michel Suleiman, pidió finalizar la formación de un gobierno antes de mediados de septiembre, pero los analistas son poco optimistas.