Rasguemos los velos del 2007


Marí­a del Mar

Cerremos el portón de los dí­as idos, de los minutos muertos. Lavemos con esencias aromadas los pañuelos de lágrimas; encadenemos todos juntos los pesares, las angustias, los dolores, que los hados fatí­dicos pusieron en nuestro camino, para que la inclemencia cayera sobre nosotros y nos quebrara el alma como rama del árbol desgajada, como noche sin luna, como pájaro herido en el secreto insondable. Amarremos fuertemente la barca que apenas se salvó de la horrible tempestad que cayó sobre los débiles y los tristes que cargaron dolidos ví­a crucis. Amontonemos todos esos injustos filos que derribaron los sueños y arrasaron con la fe y la esperanza de multitudes sedientas y hambrientas. Con cuerdas irrompibles enlacemos la corrupción, la criminalidad, la violencia polí­tica y demás desgracias que nos atosigan, hagamos un gran atado y tirémoslo al hoyo profundo de los infiernos, cerremos los portones y empecemos de nuevo. No miremos hacia atrás, demos pasos agigantados hacia el futuro, empecemos jubilosos con el primer dí­a de enero y rasguemos los velos del 2007 con la esperanza de conquistar un nuevo amanecer. Ves, qué hermosa lámina diamantina brilla ante tus ojos, siente la presencia de alguien que te guí­a por senderos limados de ambiciones y descaradas apariencias; camina firme hacia el mañana despojado de dudas, no tengas miedo, confí­a en tu poder de fortaleza y desafí­a glorioso todo cuanto pretenda lastimarte o someterte. No olvides el tiempo aquel de la esclavitud, de los tanes de las doctrinas malsanas que quisieron apoderarse del mundo, cayeron, perdieron el equilibrio, se sofocaron con sus mismas patrañas y derrotadas sucumbieron. Mientras tanto el mundo sigue desflorando almanaques, se suceden los meses uno a uno, hasta concluir su ciclo; los dí­as se arremolinan y se esfuman como suspiros y se escapa el minuto y otra vez estamos ante otro nuevo año. Pero con un latido que nos dice en secreto: se te acaba la vida, ¿es este tu último año nuevo? Por ello, a pesar de las voces proféticas que anuncian un caos más profundo en los servicios sociales, un acentuado deterioro en los futuros funcionarios estatales y encima anuncian un año electoral violento, cargado de falsas campañas inventadas para ganar simpatizantes por parte de candidatos sin conciencia ciudadana. Sin embargo a pesar de los oscuros vaticinios que se pronostican para el 2007 y de las verdades que nos sucumben y nos amargan la realidad nacional, estamos dispuestos a dejar flotar nuestros cantos siderales, esas ensoñaciones que no cuestan ni un solo centavo y nos hacen felices. Es cierto aun cuando la verdad nos crucifique una y otra vez no podemos dejar de soñar, de enriquecer nuestro espí­ritu con la leyenda de «La flor del Aguilar», aquella flor fantástica, reliquia de riquezas y de felicidad; era una de las historias que más me entretení­a cuando era pequeña: el rey mandó a su hijo a buscar y encontrar esa flor codiciada por todos, porque era una fuente de mucha felicidad para enriquecer su reino. Pero por más peripecias que el prí­ncipe padeció en busca de la maravillosa flor, no la encontró, pero el muchacho la seguí­a buscando para agradar a su padre. Igualmente todo hombre de fe seguirá buscando el complemento supremo de la felicidad, aun cuando todo sea un sueño, una esperanza… Nada más significativo que el poder de la gracia de la vida. ¡Celebremos la vida! Festejemos la vida, que por sobre todas las cosas es el tesoro más grande que tiene la humanidad. Y mientras caminamos hacia la plenitud de nuestra historia; y mientras la parca se olvida de nosotros, demos la bienvenida a los nuevos tiempos, besemos la frente del nuevo amanecer, gocemos el minuto que se esfuma en el éter de la luz que nos cobija y oremos, roguemos a Dios por que borre del mapamundi la ingratitud y la maldad; que los campos reluzcan de flores de maí­z; que brille la letra en todos los labios de los niños, que todos cantemos el himno glorioso de la vida, que cada uno de los dí­as venideros sean venturosos para todos los seres humanos. FELIZ Aí‘O 2007.