Ramón Trevijano: Patrologí­a


Es posible que para algún lector ajeno a la teologí­a el nombre de «Patrologí­a» suene a chino, pero para los que saben de esta ciencia oscura están habituados a la terminologí­a. El vocablo «Patrologí­a», según los entendidos, fue acuñado por el luterano Johannes Gerhart, muerto en el 1637 y se refiere a la parte de la ciencia teológica que estudia la vida, las obras y la doctrina de los Padres de la Iglesia en cuanto constituyen un lugar teológico.

Eduardo Blandón

Los antiguos estudiosos han considerado a la Patrologí­a como una ciencia auxiliar de la teologí­a, pero no como doctrina teológica en sí­ misma. Asimismo se suele distinguir entre «Patrologí­a» y «Patrí­stica». La patrologí­a designarí­a la disciplina teológica que expone la vida y las obras de los Padres, mientras que la Patrí­stica significa una exposición de conjunto de la teologí­a de los Padres.

Como sea, la patrologí­a es una disciplina obligatoria para los estudiantes de teologí­a. Al respecto, la «Instrucción sobre el estudio de los Padres de la Iglesia» de la Congregación para la Educación Católica dice así­ en el número 51: «De la patrologí­a se espera que presente una buena panorámica de los Padres y de sus obras, con sus caracterí­sticas individuales, situando en el contexto histórico su actividad literal y pastoral».

Pero si la Patrologí­a es interesante para los estudiosos de la teologí­a nada impide que lo sea también para el feligrés común, o, aún más, para quien desde la curiosidad del conocimiento, sienta un llamado especial por la indagación. Para eso, nada mejor que este manual en donde Trevijano combina la profundidad del investigador con el ánimo de divulgación propio de quien desea enseñar.

El presente libro se vuelve atractivo por varias razones. En primer lugar, el precio no es muy elevado (argumento más que poderoso en nuestros desventurados tiempos). Seguidamente, es un libro en donde se aborda a los principales Padres de la Iglesia con el estudio de al menos una de sus obras. Finalmente, el autor presenta una amplia bibliografí­a que puede servir de guí­a para trabajos venideros. Veamos el orden capitular.

En la primera parte se presenta lo que Trevijano designa como «Padres prenicenos» (antes del Concilio de Nicea, año 325). Aquí­ se estudia a Clemente Romano, San Ignacio de Antioquia, El Pastor de Hermas, San Ireneo, Tertuliano, La didakhé, la Carta de Bernabé, los apócrifos neotestamentarios, Los apologetas, San Justino, San Hipólito de Roma, Novaciano, San Clemente de Alejandrí­a y Orí­genes. Luego se abordan a los «Padres Postnicenos», esto es, San Atanasio, San Basilio, San Gregorio Nacianceno, Gregorio de Nisa, San Juan Crisóstomo, San Cirilo, San Hilario de Poitiers, San Ambrosio, San Jerónimo, San Agustí­n, San León Magno, San Gregorio Magno y, finalmente, San Isidoro de Sevilla.

Como se apuntó anteriormente, el esquema en el desarrollo de cada pensador es sencillo, primero la biografí­a del autor, presentación de sus escritos, dudas sobre la fecha de composición y legitimidad del autor, y, por último, un análisis de uno de los textos. Para una aproximación mí­nima, pero suficiente en el conocimiento de los Padres es más que suficiente. Veamos, por ejemplo, como aborda el tema de san Clemente Romano.

Trevijano empieza afirmando que la carta de Clemente Romano a los corintios (que es la que analiza, es decir, la primera carta del Papa Clemente) es el primer documento patrí­stico cuyo autor y fecha aproximada de composición quedan bastante bien atestiguados. Al respecto, afirma que dan testimonio del documento varios autores: Eusebio de Cesarea, Dionisio de Corinto, Ireneo de Lyon y Clemente de Alejandrí­a. Todo esto corrobora que fue un texto conocido por los cristianos del siglo II y que era bien conocido entre los grupos.

Al Papa Clemente, Obispo de Roma, se le atribuyen otros escritos: la segunda carta a los corintios, que es el testimonio más antiguo de una homilí­a cristiana dirigida hacia el 150 a una comunidad ortodoxa; unas Cartas a Ví­rgenes y la llamada literatura pseudoclementina (que son una serie homilí­as, correspondencia ficticia y novela de aventura).

La presente primera carta de Clemente Romano a los Corintios se remonta hacia el fin del reinado de Domiciano o comienzos del de Nerva, entre el 94 y el 97. Pero, como sucede en la historia, no faltan intérpretes que retrasan el tiempo de la composición. Hay quien ha sostenido, por ejemplo, que fue escrita al comienzo del reinado de Adriano, entre el 118 y el 125. Se trata de una carta de la iglesia de Roma a la de Corinto.

Es una intervención de la iglesia de Roma en la de Corinto motivada por una discordia dentro de ésta, debida a la revuelta de algunos jóvenes que habí­a llevado a la deposición de presbí­teros de esta comunidad. La carta condena rotundamente la rebelión, como pecado mayor que el partidismo denunciado por san pablo en su 1 Cor. El autor no pretende analizar las causas de la crisis, ni busca una salida de compromiso. Quizás porque la costa estaba muy clara. En todo caso, lo que le interesa es defender vigorosamente la estructuración jerárquica tradicional por el principio de la sucesión apostólica

«Dejemos, pues, las preocupaciones inútiles y vanas y volvamos a la elogiada y venerable regla de nuestra tradición» (7,2).

La idea de sucesión aparece derivada de la tradición cristiana común, tal como se puede encontrar en los evangelios y Hechos de los Apóstoles. Trevijano se arriesga a teorizar que la carta es un llamado de atención a una comunidad enfrentada en una lucha de poder.

«El objetivo de la carta es expresamente eclesiológico (63,2). Las amonestaciones morales, en figura de catálogos de vicios o de amonestación mediante relatos ejemplares, están al servicio del interés por asegurar la paz y la concordia como un valor social, eclesiológico (…). Clemente ve a la Iglesia en continuidad con Israel, y por ello recurre a los precedentes del Antiguo Testamento. Tiene más citas del Antiguo Testamento que cualquier otro libro del Nuevo Testamento en particular».

Como queda expresado en estas lí­neas, la aproximación del autor a cada Padre es sencilla y permite un conocimiento suficiente para darse una idea del esfuerzo doctrinal de los primeros teólogos cristianos. Puede adquirir el libro en Librerí­a Loyola.