Rafael Alberti en la pintura


La primera vocación de Rafael Alberti fue la pintura, patente ya en sus primeros años cuando en el puerto de Santa Marí­a dibujaba los barcos y trasatlánticos que hasta allí­ llegaban. Pero su auténtico descubrimiento de la pintura se produce en 1917, cuando, trasladado a Madrid por motivos de trabajo de su padre, entra por primera vez en el Museo del Prado, al que después, desde su destierro argentino, consagrara uno de sus libros mayores: A la Pintura, dedicado a Picasso. En él quedara plasmado no sólo su deslumbramiento hacia la pintura y hacia uno de los museos más bellos del mundo, sino también su minucioso conocimiento de las escuelas pictóricas, las técnicas y procedimientos utilizados, el estilo de cada pintor.


Su primera exposición es colectiva y la realiza en 1920 en Salón Nacional de Otoño de Madrid, junto a Vázquez Dí­az, y dos años más tarde expone en el ateneo de la misma ciudad. Su pintura vanguardista -que a más de un crí­tico en la actualidad le ha hecho recordar a Kandinsky- no serí­a el camino que el muchacho seguirí­a, ya que, tras la muerte de su padre, los primeros versos surgirán en su pluma… Sin abandonar del todo su vocación pictórica, su vida va abriéndose a lo que serí­a el centro de su inspiración: la poesí­a. Ambas vocaciones las refleja Alberti en la creación de sus liricografí­as, en las que dibuja sus versos («diérame ahora la locura que en aquel tiempo me tení­a, para pintar la pintura con el pincel de la poesí­a»). Debajo del poeta late siempre el pintor y viceversa. Su poesí­a es plástica, llena de color, luminosa como su pintura. Antes de escribirla, según él, tení­a que verla dibujada. Y su pintura tiene todo el lirismo de sus versos, el ritmo de sus composiciones métricas. En un dibujo que Picasso le hizo, le puso la siguiente dedicatoria: «Del poeta Pablo Picasso al pintor Rafael Alberti».

Su labor como pintor, aunque se acentuara más tarde en Italia, nunca lo abandonarí­a. Así­, durante su exilio argentino, además de pintar para exponer en 1947 en el salón Arte Bella de Montevideo, también mostró sus dibujos y liricografí­as en las Galerí­as Via U y en la Bonino, de Buenos Aires. En 1954, y de nuevo en la capital argentina, hizo una nueva exposición en Galerí­a Galatea y al año siguiente la Galerí­a Bonino le editara la carpeta «Liricografí­as», poemas ilustrados con diez dibujos en color. En 1960 colgó sus cuadros en Galerí­a Acquarella (Caracas), y en el Museo Histórico Nacional, de Bogotá. Su sentido artí­stico lo lleva a decorar todo tipo de muebles y objetos (abanicos, espejos, cajas, puertas), como una lúdica actividad para amigos y para complacer puntuales encargos que se le hací­an.

Su llegada en 1963 a Italia, pondrá todaví­a más de manifiesto sus raí­ces italianas -Alberti Merello- con su estancia de 15 años en el barrio del Trastevere. Allí­, quizás por la barrera del idioma, se expresa mucho mejor con los pinceles, y se relacionará, más que con poetas, con pintores y grabadores como Quatrucci, Vedova, Cagli o Mastroiani. Con estos últimos aprenderá distintas formas de grabado, entre ellos el grabado en plomo, muy poco conocido, y que asombró al propio Picasso cuando en una de sus visitas a Mougins, Alberti se los mostró. Su inquieta personalidad experimentará con todas las técnicas: témpera, acuarela, punta seca, collages,… Sus carpetas de serigrafí­as y litografí­as son expuestas en las salas más prestigiosas de Italia.

La personal visión de Alberti para el diseño gráfico lo llevará a realizar diversos trabajos como cartelista. Algunos de sus carteles se difundieron por toda Italia, como Rapporto tra l´uomo e l´ambiente naturale y No allo sterminio degli ucelli, ambos en defensa de la naturaleza y el medio ambiente. Su amistad con Joan Miró, Antoni Tí pies, Manolo Rivera, Antonio Saura, Robert Motherwell, Roberto Matta…, hizo que colabore en trabajos conjuntos con muchos de ellos.

En 1964, presenta X Sonetos romanos, aguafuertes y grabados en plomo, con los que obtiene el primer premio de grabado en la V Rasegna d´Arte Figurativo di Roma, en 1966. Ese mismo año con motivo del 85 aniversario de Pablo Picasso realiza un conjunto de grabados en plomo y dibujos originales a color, Los ojos de Picasso, que se expusieron en la Galleria Il Segno, de Roma. Y en 1970 acaba su carpeta de serigrafí­as Corrida, en la que pone de relieve su personalí­simo estilo de ver la fiesta de los toros e interpretar todas las suertes del toreo. En 1971, Homenaje a Picasso, carpeta de grabados, con motivo del 90 cumpleaños del pintor malagueño. En la Galerí­a Rondanini de Roma presenta, en 1972, en la exposición titulada La palabra y el signo, la carpeta El lirismo del alfabeto, que consta de veintiséis serigrafí­as en color y otras tantas en blanco y negro. Ese mismo año expone toda su obra gráfica en la misma galerí­a, con motivo del homenaje que se le rinde por su 70 aniversario. En 1975 editó la carpeta Nunca fui a Granada, con la Fundación Rodrí­guez Acosta de Granada. Su carpeta de serigrafí­as Canción de amor aparece en 1977.

Será también en Roma en donde Alberti diseñe «El juego de la Oca Toro», en madera serigrafiada, como un hermoso juego infantil en donde, acompañados por las figuras de estos dos animales, podemos recorrer todo el tablero, sujeto a las antiguas reglas del conocido «juego de la oca». Allí­ también diseñará dibujos para reproducir en bellí­simos pañuelos de seda y pintó directamente sobre blusas y vestidos, incluso un capote de paseo para Luis Miguel Dominguí­n. La obra pictórica de Rafael Alberti se caracteriza por la luminosidad, por ser un estallido cromático en donde los colores, con preferencia pasteles, se combinan y difuminan con una sabidurí­a que contrasta con esos trazos juveniles que asombran al haberlos realizados a tan avanzada edad.

En 1970, todaví­a Alberti en Italia, el Colegio de arquitectos de Cataluña y Baleares organiza en Barcelona una grandiosa exposición de su obra gráfica y poética. Tras su vuelta a España, su labor como cartelista se vio solicitada para realizar durante varios años los carteles para los Cursos de Verano de la Universidad Complutense en El Escorial y los mismos celebrados en Almerí­a. También se le encargó, entre otros, carteles para Encuentros en el Mediterráneo, A orillas del Guadalquivir, Bienal de Flamenco de Sevilla, Homenaje a Machado, Claveles rojos para Mao-Tse Tung, Amnistí­a Internacional, Carnaval de Cádiz, Feria de El Puerto de Santa Marí­a, Centenario Jorge Guillén, Centenario Gerardo Diego… Sus dibujos ilustran libros propios y de otros autores, portadas de discos, así­ como carteles de toros, campañas del P.C. Su participación en el mundo del diseño gráfico ha sido muy abundante y elogiada, por su inconfundible personalidad que hace imposible no reconocer al instante su autorí­a.

En 1985 se presenta en Madrid Las 4 estaciones, carpeta compuesta de doce láminas, de las que un poema manuscrito y dos dibujos corresponden a cada estación del año. En 1990 realiza la carpeta Bestiario. En 1997 aparece su carpeta Todo Alberti, grabados en color agrupados en cuatro apartados: amor, naturaleza, toros y mar. ARCO, la Feria del Arte Contemporáneo, homenajeará al pintor, en 1991, con una exposición antológica de su pintura, de la que realizará el cartel anunciador.

Frente a los arabescos multicolores de otras épocas, la minuciosidad casi de orfebre en los más pequeños detalles, la última etapa de la pintura de Rafael Alberti se caracteriza, salvo excepciones, por la utilización de la lí­nea única, sobria, de un solo trazo, como una adecuación de la edad a su actividad pictórica. Cabe destacar, sobre todo, los exuberantes desnudos femeninos en negro o aquellos casi alados de adolescentes en donde parece poner a prueba, una vez más, su prodigioso pulso.

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