Rabinos en Israel se vuelven sagaces empresarios


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En una noche cálida, en las afueras de un poblado tranquilo en el desierto, un selecto grupo de la élite de Israel se reúne en una fiesta anual en honor de un rabino cuya mirada, se dice, penetra el alma. Se trata del rabino Yaacov Israel Ifargan, más conocido simplemente como Rayos X. En las últimas décadas, Israel Ifargan y decenas de otros rabinos se han posicionado cuidadosamente en el eje del poder e influencia en Israel.

DANIEL ESTRIN NETIVOT / Agencia AP

Estos líderes religiosos han atraído numerosos seguidores, incluidos algunos de los principales magnates del país, que pagan grandes sumas para tener una audiencia con alguno de ellos a fin de conversar sobre negocios y solicitarles bendiciones.

Estos magnates han contribuido al surgimiento de una aristocracia rabínica cuyos integrantes canalizan las donaciones que reciben como capitales a corporaciones multimillonarias.

Como asesoran a magnates y han adquirido experiencia, los rabinos se convirtieron en empresarios astutos que han efectuado fuertes inversiones en bolsa y bienes raíces en el país y el extranjero, al tiempo que ocultan gran parte de sus ganancias a las autoridades fiscales.

Los principales detractores de estos rabinos los tachan de estafadores y vivales que se aprovechan de la religión, en tanto que algunos clérigos judíos los critican por sus prácticas.

La revista Forbes —edición israelí— publicó en septiembre la primera lista de los 13 rabinos más ricos de Israel.

La primera posición corresponde al rabino Pinchas Abuhatzeira, de 36 años, quien reside en Beersheba, una ciudad de trabajadores en el desierto, ubicada en el sur. Según la publicación, Abuhatzeira tiene una fortuna calculada en 335 millones de dólares. El rabino Rayos X está en sexto lugar con una riqueza personal neta de 23 millones de dólares.

«Cada shequel (que se dona) trae paz verdadera», anunció el medio hermano del rabino Rayos X, el rabino Hayim Amran Ifargan, desde el estrado que se instaló en la reunión que tuvo lugar recientemente. Este mensaje fue una invitación a las personalidades para que continúen la entrega de sus donativos.

Este rabino también es parte del clan de la familia Ifargan. Sus seguidores espirituales lo llaman «El Imágenes de Resonancia Magnética».

En la sección femenina, detrás de una parte que está dividida con un cordón, se encuentra sentada «La Arbitradora» o «La Tomografía Computarizada», la hermana millonaria de Ifargan, Bruris Zvuluni, consejera espiritual que asegura haber mediado disputas entre jefes del hampa israelí.

Aunque Zbuluni no es rabino, alcanzó un lugar en la lista de Forbes.

Intimando en la gran mesa de Ifargan estuvieron legisladores, uno de los abogados más importantes de Israel y dos de los empresarios más ricos del país: Menahem Gurevitch, presidente de la principal compañía aseguradora israelí y el multimillonario Nochi Danker, jefe de la mayor sociedad de cartera y estrecho confidente de Ifargan en los últimos 14 años.

También asistieron el rabino jefe del ejército israelí y un importante comandante policial. El primer ministro Benjamin Netanyahu expresó su beneplácito por la reunión en un mensaje grabado en video.

Los rabinos que amasan fortunas personales y alientan a otros a ganar dinero repartiendo bendiciones son blanco de la censura de algunos clérigos judíos.

«Molesta que se rebaje la religión a estas prácticas», dijo el rabino Donniel Hartman, presidente del Instituto Shalom Hartman, un centro de aprendizaje en Jerusalén. «(La religión) no es un canal de poder divino para la acumulación de riqueza personal. Eso es mezquindad religiosa», apuntó.

La mayoría de los rabinos en Israel no tienen ingresos millonarios, son empleados del gobierno y reciben un salario del mismo. Los escoge el rabinato oficial de Israel a fin de que efectúen los ritos religiosos en matrimonios y entierros para los civiles que profesen el judaísmo y para que obliguen el cumplimiento de las dietas judías en restaurantes y hoteles.

Estos rabinos no están para nada a la altura de los gurús espirituales de altos vuelos como Rayos X.

Estos gurús instalan en sus casas oficinas abiertas al público, con un horario de servicio, para recibir a los israelíes de todos los estratos sociales, con la condición de que traigan dinero.

A cambio, los seguidores reciben amuletos y pedacitos de papel que contienen las bendiciones personalizadas del rabino.

La rabinos más triunfales en el ámbito económico han organizado instituciones de caridad y pequeños seminarios religiosos que sirven para la retroalimentación de recursos.

Menachem Friedman, experto en judaísmo ortodoxo y profesor emérito de la Universidad Bar Ilan, dijo que desde el siglo XIX, los empresarios judíos religiosos han solicitado a los rabinos bendiciones a cambio de dinero para garantizarles que les vaya bien, aunque las sumas donadas alcanzan cantidades sin precedentes en la actualidad.

«Si el mercado es peligroso y tambaleante, los millonarios que lucran del mismo tienen menos confianza. Necesitan que estos rabinos les den esa seguridad», señaló Friedman.

La dinastía rabínica más rica del país es la familia Abuhatzeira, descendiente del venerado Baba Sali, que emigró en 1963 de Marruecos a Israel. Salí atrajo a seguidores entre la gran población inmigrante judía en Marruecos y el Medio Oriente.

Baba Sali murió en 1984, pero su retrato —un rostro con arrugas envuelto en un chal blanco— todavía cuelga en la paredes de casas, negocios y puestos en los que se expende falafel.

El nieto de Baba Sali, el rabino Elazar Abuhatzeira, es el más rico de todos. Se construyó una casa de tres niveles que tiene salón para eventos, habitaciones de lujo para huéspedes —donadores importantes— y un túnel subterráneo.

Por este túnel, Elazar Abuhatzeira se dirige a su sinagoga y oficina al otro lado de la calle, según el periodista Yossi Bar-Moha, quien dijo que la municipalidad de Beersheba le facilitó los planos del inmueble.

«Molesta que se rebaje la religión a estas prácticas. «(La religión) no es un canal de poder divino para la acumulación de riqueza personal. Eso es mezquindad religiosa.»
Donniel Hartman
Presidente del Instituto Shalom Hartman