R E A L I D A R I O (DXC)


Mi No voto razonado. Mi No voto, de por lo menos cuatro elecciones generales y coroneles sucesivas, lo he razonado aquí­ en La Hora y en algún otro medio a lo largo de tres lustros desencantados. El sentimiento de derrota colectiva, periódica, no se improvisa ni es pasajero. Historia y vivencias. «El pesimista es un optimista bien informado», me consuela Saramago. Para qué más explicaciones, si fuese el caso. Al entendido, por señas. Porque escrito está: el que tenga ojos que oiga y el que tenga oí­dos que vea, porque no hay peor sordo que el que no quiere ver, ni peor ciego que el que no quiere oí­r.(sic).

René Leiva

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El Sol, el dedo y la oportunidad. Con esa incorregible curiosidad cientí­fica que uno tiene desde niño, y ante la frecuente alusión a tan apasionante asunto, dediqué varias semanas de mi valioso tiempo a consultar expertos en variadas ciencias y disciplinas ?geógrafos, meteorólogos, astrónomos, fí­sicos quánticos, astrofí­sicos, matemáticos, historiadores, cosmólogos, heliógrafos, anatomistas, dedólogos, ópticos, fotólogos, cronólogos, topógrafos… y la conjunción eminentemente cientí­fica o la convergencia racional de esa variedad de informes técnicos y especializados, que se complementan y armonizan de forma casi perfecta, o sea la conclusión casi definitiva es que existen no más de ocho (8) puntos sobre la superficie de la Tierra en que es posible realizar esa especie de sueño ancestral acariciado por hombres y mujeres de la más diversa condición, motivación e intereses ulteriores: cubrir u ocultar a la vista, con solo una de las articulaciones en las que terminan las manos, a la estrella que es el centro de nuestro sistema planetario, o sea el astro rey, mejor llamado Sol por el vulgo, siempre que sea a determinada hora, dí­a y mes del año, durante no más de tres (3) segundos, tiempo en que se produce el portentoso fenómeno multifenoménico del orden de los eclipses. Dos de esos ocho puntos únicos están en América; ninguno en el paí­s de la eterna.

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Sólo un duraznito. Buenagente Bershé fue muy claro; demasiado claro, tal vez. Los señores agentes policiales que custodian marcados cantonales ?Polimer? pueden comerse «un duraznito», en calidad (eso no lo especificó el primer mandatario de la Nación) de refacción o refrigerio. Y un duraznito, señores guardianes de la ciudadaní­a pobre pero honrada, no significa andar metiendo mano en cuanto canasto les sale al paso, ni mucho menos ir a sentarse a las mesas de los comedores ante suculento plato de cocido de res, pepián o patitas a la vinagreta, arroz y tortillas calientes, más el consabido riflazo de ley por debajo de la mesa. Por favor, entendamos que «un duraznito» no es más que eso. Ya Adelita ha nombrado supervisores de la «Polimer», especí­ficos, que velen por que se cumpla la sugerencia presidencial: sólo «un duraznito» por cabeza al dí­a, señores mercavigilantes. Al agente que se sorprenda devorando rodajas de piña, sandí­a, melón, o engullendo tortillas con chicharrón, chojí­n y chiles rellenos, escanciando vasos de atol blanco, arroz en leche y horchata, será inmediatamente trasladado a las oficinas administrativas en ejemplar sanción. (Y no se vayan a mandar con melocotones y abaricoques de a libra, sino de esos duraznitos verdes para hacer en dulce, se les suplica.)

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Venas a medio cerrar. Algunas de Las venas abiertas de América Latina (Eduardo Galeano) se están cerrando, un poco, allá en el Sur, Venezuela, Bolivia, Ecuador… al cabo de varios siglos de hemorragia provocada principalmente por España, Inglaterra, Holanda y Yanquilandia. Durante centurias, desde 1492, por los vasos sanguí­neos de Latinoamérica fluyó hacia Europa y luego para Estados Unidos el oro, la plata, el cobre, el estaño, el caucho, el azúcar, el guano, el petróleo, el café, el banano… a cambio de nada, provocando nuestra anemia, nuestra desnutrición, nuestro atraso, nuestra dependencia. (En Cuba la hemorrragia se detuvo en 1959, pero le sucedió el bloqueo infame, inhumano y cobarde.) Cuánto tiempo ha de pasar para cerrar de una vez, para siempre, nuestras venas latinoamericanas por donde también se pierden seres humanos. Epí­grafe al libro de Galeano: «… Hemos guardado un silencio bastante parecido a la estupidez…» (Proclama insurreccional de la Junta Tuitiva en la ciudad de La Paz, 16 de julio de 1809) Siglo XXI Editores, 41 edición, 1985. (Los descubridores del perfecto idiota latinoamericano obtienen su maestrí­a, con honores, en las acogedoras aulas de Wall Street, la Casa Blanqueada y el Pentágono.)