¡Viva Arévalo! Se convirtió en casi una estampa folclórica aquel grito del bolo, en plena calle, envalentonado por el guaro. Vociferación aislada y solitaria, pequeño sismo volátil para fracturar el silencio, señal fragosa de rebeldía inclaudicable; un reto lírico a la dictadura militar o paramilitar de turno, exclamación de combate con las armas del espíritu y de la memoria histórica por una década abolida a fuerza de traición y codicia. Y también ese mismo grito estampado en la pared apática con letra furtiva porque nada ofendía más al podrido corazón del sistema; un grafiti subversivo condensado en dos palabras para mantener vivo el azul octubrino. Vivir para avivar al muy humano héroe de la dignidad humana, en medio de una larga agonía, sin fin. (¡Viva Arévalo! es un grito ya anacrónico, casi borrado de los anales de una nostalgia dispersa o dislocada, resignada al silencio de otros signos.)
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Herencia. Creo que no es demasiado temprano, prematuro o anticipado para, por este medio idóneo, pedirle perdón a mis nietos, bisnietos, tataranietos y a cuanta prole llevará algo de mis genes, por haberles heredado un país peor que aquel que yo encontré un día no tan lejano que digamos. Pero debo aclararles que no toda la culpa es mía, por supuesto; yo diría que a mí debe achacárseme un cuarenta y nueve por ciento de responsabilidad en esa infame cadena de errores y faltas, voluntarios e involuntarios, que inevitablemente derivarán, a lo largo de los próximos cincuenta o sesenta años, en un país más ruin que el actual, ya que lo malo, por lo visto, siempre es susceptible de superarse hasta confines inimaginables, mucho más allá de la mayor capacidad de asombro. Hablo de un país, en el supuesto de que la desertización, la antropofagia o una guerra nuclear le permitan conservarse como tal ?consideraciones apocalípticas aparte.
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Cruce de equivocaciones. ¿Qué puede hacerse, cómo prevenirse, cuál medida adoptar para evitar uno eso de estar en el lugar equivocado precisamente a la hora equivocada, errónea o al menos poco o nada conveniente? ¿Cómo identificar o reconocer que determinado lugar no es el más apropiado para la integridad física y la conservación de la vida, y a la vez que el momento oportuno no coincida con dicho sitio, pues está visto que dicha coincidencia puede resultar fatal? ¿Existen lugares y horas ya conocidas y marcadas que uno deba soslayar o eludir para no sufrir una equivocación que pudiera costarle caro? ¿Hay datos fidedignos acerca de ciertos espacios y tiempos de alta peligrosidad, pero en los que uno puede concurrir y hasta encajar debido a descuido o desconocimiento? ¿Es posible que pueda llegar a repetirse el error, pero por otro individuo, de estar en el mismo lugar equivocado y a la misma hora equivocada?
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Gigantes dormidos. Al parecer, en el país de la eterna tenemos a varios ?no se sabe si unos cuantos o muchos? gigantes dormidos, que mientras más duermen, más se agigantan, según los conocedores. O sea que dichos colosos nunca han despertado, no saben lo que es estar despiertos, y si fuera el caso, su despertar tiene que ser lento, poco a poco, que primero abran un ojo y después el otro, pues por ser gigantes ?aunque su tamaño real nadie lo conoce? pueden conmocionar a la población económicamente activa a la hora que se desperecen y lancen ensordecedores bostezos. En general, la existencia de dichos gigantes dormidos es producto del subdesarrollo material, pues mientras más enanos despiertos tengamos, por todos conocidos, así también se incrementa la cantidad de los potenciales titanes en reposo y con la actividad consciente suspendida, ya que estando dormidos de toda la vida, no saben que existen y es muy difícil que despierten, a menos que sea con la ayuda de toda la sociedad, incluido el gobierno de turno y, por supuesto, de la población activa en lo económico. (Sería interesante integrar una comisión mixta, ad hoc, que identifique, clasifique e inventarice a todos los gigantes dormidos del país, e incluso vea la posibilidad de algún día, por así decirlo, se despierten uno por uno, sin mayores prisas, y que tal despertar signifique beneficios para toda la colectividad y no solo para los aprovechados de siempre, que rara vez colaboran en despertar gigantes dormidos.) Asimismo, se recomienda conservar a los enanos despiertos existentes, que más bien son abundantes, y de ser posible que se transformen también en gigantes pero ajenos a cualquier género de mono u oligopolio.