R E A L I D A R I O (DCXXXIV)


Algo huele mal. Es bueno oler bien, y si no se huele, mejor aún. Pero sucede que en el paí­s de la eterna -administración pública, gobierno central, el honorable, cortes, contratistas, proveedores- casi todo huele mal, que va de simple tufillo a hedor insoportable, de discreta flatulencia a carroña expuesta. Los pésimos olores, por ejemplo, del gobierno panista-arzuista no terminan de saturar el ambiente. O del eferregista-portillista y del ganista-bersheista. Es cierto que la nariz del guatemalteco ya desarrolló una especie de callo, que sus células olfativas y cierta región cerebral ha sufrido importantes mutaciones adaptativas a fin de soportar tanto mal olor derivado de negocios donde el dinero, y en consecuencia la polí­tica, pudre las voluntades y las conciencias; aunque, sin embargo, no obstante, empero, no es justo, cí­vico ni razonable que las nuevas generaciones de oledores, o sea nacidas con nariz y sentido del olfato, deban de asumir y dar por sentado que la pestilencia, en sus gradaciones o variables, es connatural (e incluso inherente) a la cosa pública , una inmutable condición genética en el paí­s de la eterna. Lo sensato serí­a que algo oliera mal por unos pocos dí­as; pero no que casi todo huela repugnante la mayor parte del tiempo.

René Leiva

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Cobán. Por este medio, a los compañeros reporteros y redactores de periódicos electrónicos e impresos, caballeros bomberos, socorristas, policí­as nacionales, funcionarios, empresarios y público en general, se les recuerda de la manera más atenta y respetuosa posible, que Cobán es sólo la cabecera del departamento de Alta Verapaz, el cual consta de quince (15) municipios, cada uno con su respectivo nombre propio, extensión territorial, fiesta titular, etc. O sea que resulta equivocado, inexacto, impropio, erróneo, extraviado, engañoso, talas, e incluso ilusorio y hasta aberrante llamar Cobán a todo el departamento de la Verapaz Alta, ya que, por ejemplo, el natural de Cahabón no es cobanero, ni el de Chisec, ni el de Tucurú, aunque todos son altaverapacenses. Localismos aparte. (Con información de cualquier obra de geografí­a e historia patria.)

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Con dejo mexicano. En otro desorden de ideas, a los compañeros reporteros de radioperiódicos y telenoticiarios se les exhorta a que por vida suya se abstengan de imprimir acento mexicano a sus reportes de viva voz, esa reiterada y vergonzante tendencia maní­aca que denota servilismo cultural, pérdida o atrofia de lo que se conoce como identidad propia, complejo de inferioridad, imitación caricaturesca, en fin. ¿Será acaso una exigencia de orden laboral una ridí­cula adquisición de falsa categorí­a, un embuste pronunciacional para impresionar al oyente y relacionarlo de manera semisubliminal con México lindo y qué herido? ¿Es posible que el acento guatemalteco sea apenas un barniz que se borra con pulque o con tequila?

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Angelina & Brad. Hasta hace un par de años Angelina & Brad me eran desconocidos e indiferentes como personas de carne y hueso, fuera de la pantalla cinematográfica, otros dos productos del mercado con todas sus miserias especí­ficamente humanas. Pero de entonces para acá Angelina & Brad, como pareja, son otra imagen estampada de la enajenación de masas, otro sí­mbolo mercadológico de status modélico capitalista, al que los medios de comunicación sirven en calidad de repetidoras publicitarias en serie hasta la náusea. (Nada personal, Angelina & Brad. Ya ven, más de ustedes, aquí­, y gratis.)