Rico el atol. Los chapines, los guatemaltecos todos, somos (o éramos) grandes bebedores de atoles: de elote, de plátano, chilate, tres cocimientos, shuco, atolillo, haba, maicena, yuquilla, arroz en leche… Hay quienes lo beben a cucharadas, o bien directamente del vaso, escudilla, turumba o del recipiente que sea, moviéndolo rítmicamente y soplándolo para que le salga el humo escondido, a sorbos más o menos ruidosos hasta no dejar ni gota. Pero lo malo, lo feo y lo humillante es cuando nos quieren dar atol con el dedo, con un dedote deforme y de curvadas uñas negras. Entonces al asco se añaden la indignación y el rechazo rotundo. Sigamos tomando atol: es nutritivo, sabroso, tradicional. En cuanto al dedo intruso y abusivo, pienso que no es mala idea mutilarlo de un buen tajo con el cuchillo de cocina.
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De humo. Contra lo que pudiera suponerse, los expertos han detectado que no todas las afamadas cortinas de humo genuino que se confeccionan en el país de la eterna son por la voluntariosa e imaginativa mano del hombre. Al contrario, un cuarenta y cinco por ciento de nuestras cortinas de humo se deben a causas accidentales, imprevisibles y espontáneas, aunque siempre con materia prima política, económica y social, según los entendidos, lo cual viene a dar un cariz importante a la apreciación objetiva e imparcial de los acontecimientos, se supone. (Incluso se cree que algunas de estas cortinas se fabrican con el humo de las constantes llamaradas de tusa, para así no desperdiciar nada.)
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Información de primera. Los más sutiles observadores han podido observar que todavía no tiene plena vigencia la mal hilvanada Ley de Acceso a la Información (sic), ah, pero los ocultos oyentes o auditores de las confiadas conversaciones telefónicas -privadas e incluso íntimas– de ílvaro con sus más allegados, tuvieron el raro privilegio de enterarse, así de primera mano, de ciertos secretos y misterios de Estado no necesariamente inconfesables; lo que los convierte, a tales escuchantes ocultos, en fuentes dignas de crédito pero que piden reserva de su identidad. En otras palabras, la mencionada ley todavía se encontraba en estado embrionario, y ciertos personajes ya se la pasaban por el resobado arco del triunfo, dicho sea con el debido respeto y consideración.
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Cuadrado perfecto. El señor gobierno tiene un mínimo de dos talones de Aquiles y al menos una piedra en cada zapato.
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La llamada institucionalidad, los denominados mecanismos establecidos y el sistema político son ladrillos de escoria pegados con heces que erigen la fortaleza de ripio donde se conspira contra la inveterada indefensión del pueblo.
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A los dos poderes encubiertos tradicionales -Ejército y oligarquía-se ha unido el crimen organizado, para así formar una especie de río con tres orillas cuyas aguas, por supuesto, no resultan diferenciables cuando se entremezclan en la turbulenta corriente.
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No podremos dar el salto hacia el siglo XXI si tenemos un pie atorado en el siglo XIX.
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Ociosa y desganada pregunta que se hace el displicente elector: ¿También micrófonos ocultos en las entrañas de la cloaca?