La última dama. Ignoraba yo, hasta cuando abrí bien los ojos, que casi cada día me encuentro con la última dama de la Nación (y de la República). Siempre había pasado a su lado sin advertirla, más bien confundiéndola con la penúltima o la antepenúltima dama de la Nación. Pero ahora ya no me engaña aunque se oculte tras los más inusitados rostros y adopte absurdas cataduras y disfraces. Sabe que la he descubierto, que hasta cierto punto soy su cómplice en este juego agridulce y por eso me deja pistas que no necesito descifrar. Hace apenas unos minutos vi cuando bajaba de la camioneta con un canasto vacío en las manos y un niño en la espalda, pero yo seguí mi camino. No quise turbarla.
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Gato por liebre. Cuántas veces la señora ama de casa va al mercado a comprar liebre para hacer un buen estofado, y resulta que en lugar de liebre le dan gato. Entonces, sin distinguir un animal de otro, alrededor del felino, prepara la carne del segundo, condimentándola con laurel y tomillo, ajo y cebolla, sal y pimienta y otros aderezos. La pone al fuego y mientras se cocina despide un olor francamente delicioso. Luego sirve la vianda al esposo e hijos y todos terminan por chuparse hasta los dedos. Qué buena estaba la liebre guisada. Cierto que esta liebre no daba saltos por los campos sino más bien en la noche se deslizaba por los tejados y lanzaba escalofriantes maullidos. No roía tallos de hierba y semillas sino devoraba ratones y sabandijas. Detalles, meros detalles. Lo importante es que buena parte del pueblo está así, medio alimentada pero sobre todo satisfecha.
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Buena cara. Es bien sabido que cuando llueve el ánimo suele tornarse melancólico, nostálgico, entristecido, como si la lluvia, con su escenario de cielo encapotado, relámpagos y viento fuerte prefigurara eso que llaman condición humana. En tal contexto: ¿Cómo ponerle buena cara al mal tiempo? ¿Cómo iluminar el ánimo y el semblante ante un clima ceñudo, tosco, hostil? ¿Acaso alguien que no sea un filósofo de rara especie puede sonreír frente a la tempestad y mostrar serenidad cuando amenaza la catástrofe? A simples y muy humanos hombres y mujeres es mucho pedir, creo yo, que a ese mal tiempo presente, pasado y (tal vea) futuro le muestren un rostro de comediante en su comedia.
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Zanates. Hace mucho tiempo que quería felicitar y agradecer a todas aquellas personas que gastan su pólvora en zanates y esta es la ocasión, creo. Debo aclarar sin embargo, que nada tengo contra los pájaros en mención, aun cuando son más bien feítos, bastante comunes y prolíficos y muy bien adaptados al medio urbano; pero nada de ello tiene porque serme particularmente molesto; todo lo contrario. Mi agradecimiento y felicitación para quienes suelen gastar pólvora en zanates se enmarca en aquello de entre dos males el menor. O sea que más vale que un material destructivo como es la pólvora, que tantas muertes ha causado, se consuma -y si se echa a perder, mejor- en animalitos que abundan y se reproducen con rapidez, y no en otro tipo de animales en vías de extinción, incluido el hombre mismo. Cuando nuestra fauna se ve marcada, cuando el quetzal, el tucán, la guacamaya, el pijuy, el cenzontle, el guardabarranca, el colibrí y otros muchos pájaros han sido presa de los depredadores humanos y su desaparición parece ya irreversible, es de sentir gratitud y simpatía hacia quienes gastan su pólvora -pues por lo visto de eso se trata- en los humildes zanates. Con perdón de mi amigo el zanate.