R E A L I D A R I O (DCXVIII)


Futbol. Selección nacional. Cuando se gana, ganamos. Cuando se pierde, perdieron.

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René Leiva

Lavar el nombre. A criterio de los conocedores, hay una manera barata y sencilla de que alguien pueda limpiar su nombre, en caso se haya ensuciado en el ejercicio del poder, por supuesto, y consiste en pintar dicho nombre en una pared o muro cualquiera -sea en la propia casa o de preferencia en la calle-, con pintura barata, y luego proceder a lavarlo con bastante agua, jabón o detergente, un buen cepillo y alguna otra solución quí­mica, si fuera necesario. Eso es todo. E incluso el nombre se borrarí­a para siempre, aunque no fuese esa la intención, (un poco de aseo elemental puede conservar un nombre tan limpio como cuando se pronunció por primera vez en la inocente pila bautismal, siempre según los expertos.)

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Tapar el sol. Todo gobierno respetable tiene la obligación moral y pragmática de contar entre sus más calificados cuadros con un equipo técnico, no polí­tico, de peritos en tapar el sol con un dedo, no dos ni tres, sino un solo dedo, que es precisamente el número técnico de dedos a emplear para tal fin consolidador de la credibilidad y la gobernabilidad, según los estándares internacionales. Aunque mi amigo el topo y mi amigo el murciélago reniegan, a su manera, del astro rey, todos los demás animales y vegetales agradecemos sus bondades, sin cuyo concurso no habrí­a vida en este valle de lágrimas, pero a veces su luz puede incomodar, ser aguafiestas, enceguecer, destapar lo que debe permanecer oculto a los electores, en fin, y es entonces donde y cuando entra a participar activamente el referido equipo técnico tapador del sol con un dedo. Y eso porque la ciudadaní­a ya está cansada y asqueada dé que cualquier funcionario o dignatario, con su dedote shuco y torpe, sin ninguna pericia, intente eclipsar a nuestra magna estrella, para así­ consumar los aviesos e inconfesables designios de siempre.

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«Ciudadano americano» Leo por ahí­ el difundido disparate de «ciudadano americano» esta vez perpetrado por un pretendido diplomático chapí­n, actualmente de baja. Hasta donde yo se, América aún no posee ciudadanos propiamente dichos, pues no es un Estado o Nación ni mucho menos una ciudad; mas bien, todaví­a es considerada un continente con más de una veintena de ciudadaní­as, según los paí­ses que configuran su contenido territorial y polí­tico. O sea que todos quienes somos originarios de América ciertamente somos americanos, pero nadie, en ninguna nación, puede ostentar la calidad de ciudadano americano, lo cual entiende muy bien cualquier chiris de párvulos. América nunca alcanzara a ser una comunidad organizada en un solo Estado; no en este milenio; a pesar del imperialismo yanqui y de sus serviles distorsionadores de la semántica.

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Radio Universidad. Para que dicha emisora hiciera honor a su nombre y función deberí­a, entre otras cosas, tener un programa diario con música vernácula de otros paí­ses y continentes -melodí­as japonesas, árabes, hebreas, indias, africanas, sudamericanas, a manera- de que el oyente desintoxique y desalienice sus oí­dos, mente y espí­ritu de la bazofia musical con que el 95 por cierto de emisoras radiales satura el dial. Embajadas e instituciones culturales internacionales podrí­an contribuir en hacer de Radio Universidad, en cuanto a difusión musical, un ente en verdad ilustre.

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Nos adaptaremos al cambio climático en sendos ataúdes o en simples fosas comunes.