R E A L I D A R I O (DCXII)


Autores intelectuales. ¿Los autores intelectuales del asesinato de Juan José Gerardi? La oligarquí­a, los altos y medianos mandos del glorioso y pundonoroso, los politiqueros y politicastros tradicionales, las clases alta y media alta, una buena parte del pueblo cobarde e hipócrita, los «formadores de opinión» neoliberales, anticomunistas y filocastrenses, ciertos cuadros neocolonialistas del imperio… La autorí­a intelectual de la muerte sangrienta del Obispo -premeditada y alevosa, razonada y planificada- no siempre es dada a conspirar abiertamente ni coincide con el hecho ya consumado. A veces la autorí­a intelectual se verifica a posteriori, después del asesinato del prelado, con el mutismo cómplice, con la secreta e inconfesable complacencia, con la búsqueda y el encuentro de justificaciones o pretextos aberrantes. Quienes llegaron a aborrecer a Gerardi en su corazón amanecieron contentos la mañana del 27 de abril de 1998. No eran pocos los pobres de espí­ritu, los faltos de memoria histórica, los fanáticos del individualismo.

René Leiva

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Mordaza al clero. Después del reinado de Mariano Rosell y Arellano (Sor Pijije), anticomunista y liberacionista confeso, con el Concilio Vaticano II, la Doctrina Social de la Iglesia y (un poco, tí­midamente) la Teologí­a de la Liberación, el clero guatemalteco logró bajar sus ojos del cielo hacia la tierra y reconocer que el reino de Dios también incluye este valle de lágrimas, cuyos seculares detentadores son ateos funcionales o virtuales. De tal cuenta, a muchos ciudadanos, católicos y no católicos, les molesta e irrita la indiscutible autoridad moral, intelectual y social de los clérigos cuando abordan materias consideradas mundanas y profanas. Los escandalizados ofendidos detestan que desde el púlpito o al pie de los altares se aludan asuntos como la injusticia social, la desigual distribución de la riqueza (y la pobreza), la entrega irracional de nuestros recursos naturales, la violencia nuestra de cada dí­a, la corrupción, la impunidad, la salvaje ejecución extrajudicial de la madre naturaleza, el libertinaje sexual… Los coléricos agraviados quisieran enclaustrar a los sacerdotes en los lí­mites de templos y conventos, en el cómodo y resignado rumiar de salmos y evangelios, en el consuelo de una bienaventuranza ultraterrena.

(El obispo de San Marcos, ílvaro Ramazzini, por ejemplo, está amenazado con ponerle una mordaza calibre nueve milí­metros). Juan Pablo II y Benedicto XVI, cada cual a su manera y en su contexto histórico, han querido colocar al hombre de carne y hueso en un sitial de dignidad humana, aquí­ y ahora, en armoní­a con sus entornos social y natural. Si la palabra se hizo para expresar certezas, el verbo no puede ser jaula y cadena de la verdad, se supone.

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Tarjetita de felicitación. A veces, alguna mañana, diviso a lo lejos, allá por el mercado, cine, parque Colón, a Alfonso Bauer Paiz. Presuroso, diligente, con portafolios bajo el brazo, como que va a una cita con la historia, hija de la memoria. La hoja de vida de don Poncho es un libro de oro para el que no hay anaqueles oficiales si ha de colocarse de pie, como debe ser. reserva de talento, erudición e integridad. Una de nuestras últimas honrosas excepciones en cualquiera de las fisonomí­as humanas. Intelectual de izquierda inetiquetable; más que un mero intelectual, ejecutor de una praxis de resistencia a la globalización de las alineaciones y alienaciones. Coincidimos en La Hora -diferente dí­a-, y también en Tinamit. Este mes cumplió sus primeros 90 abriles. (Salutaris con un buen octubre de quetzalteca.) A nombre de muchos guatemaltecos y guatemaltecas, un agradecimiento a la existencia por concedernos un Alfonso Bauer Paiz. (Un clon de don Poncho no vendrí­a mal para las futuras generaciones).