R E A L I D A R I O (DCLXXIII)


Buenos para nada, malos para todo. No es que uno sea pesimista irredento; no es que uno ande viendo y juzgando las cosas sólo teniendo en cuenta sus peores aspectos; no es que uno tenga algún defecto prejuicioso en la percepción; no es que uno esté ganando por sus complejos y taras ancestrales e identitarias; no es que uno sea dirigido por parcialidades y subjetivismos perversos; no es que uno carezca del don de la piedad y de la compasión… No es. NO ES.

René Leiva

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A medias. En realidad, todo el asunto parece ser una cuestión de tendencias, intereses, gustos, preferencias, puntos de vista o estados de ánimo –por naturaleza cambiantes–, ya que si el vaso está exactamente a la mitad, unos lo verán medio lleno y otros lo apreciarán medio vací­o. Pero cabe indicar que el vaso todo el tiempo ha estado así­, no del todo lleno ni del todo vací­o, siempre a medias, precisamente para evitar los excesos y la pérdida del justo equilibrio necesario. O sea que el problema reside, no en el vaso, por fuerza, un mero recipiente; la dificultad está en las apreciaciones, evaluaciones y dictámenes; cuestión de subjetivismos y de ese afán confrontativo y de pertenecer a un bando en particular que pareciera ser inherente a los humanos. Para una mitad de la ciudadaní­a el vaso aparece medio lleno, para la otra mitad se aprecia medio vací­o. Lo cual significa que el asunto en cuestión permanece en su estado normal, dentro de lo habitual y acostumbrado. Porque serí­a horrible, peor aún, que todos sin excepción estuviesen de acuerdo o encajasen en una u otra posición, solo lleno o solo vací­o, el vaso.

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Acoso sexual. Me acusa de desnudarla con la mirada. Que la obligué a hacer estriptis para mí­. Que primero le quité los zapatos con el ojo izquierdo, la blusa con el derecho, la falda con las dos cejas y las medias con las pestañas. Que mi retina le desabrochó el brasier y mi pupila empezó a no sé qué. A mí­ que me registren. Nunca la vi por más de dos segundos, y de reojo, con la visera de mi gorra hasta las cejas y los lentes de mis anteojos empañados de sudor. Para qué la querrí­a así­ desnuda, yo, que sé la diferencia entre erotismo y otras cosas. La oscuridad tras mis ojos es zona prohibida, a donde no llega la ley.

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Hormigenio. Una sola hormiga, a una hormiga solitaria, tan distante y ajena, con su carga a cuestas (una miga de pan, un granito de azúcar), nunca se le lastima ni se la mata. Déjala seguir su camino, puede que sea la única o la última del mundo. El hormiguero es otra cosa.

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No deja de ser significativo, e inquietante, que en el planeta Tierra exista la mayor concentración humana de toda la Ví­a Láctea.