R E A L I D A R I O (DCLIX)


René Leiva

LA AGUJA EN EL PAJAR El primero que tuvo la ocurrencia de buscar una aguja en un pajar seguramente lo hizo porque aquella era una aguja poco común, única en el mundo, de puro oro, mágica acaso, tal vez un recuerdo o reliquia familiar. Y lo más probable es que revolvió todo el pajar y nunca la encontró. Lo no tan conjeturable serí­an los motivos de aquella persona para estar en el mencionado lugar con una aguja tan valiosa. Ha de haber sido una mujer, ya que suelen ser ellas quienes utilizan tales adminí­culos de costura. Una costurera que al bordar algún pañuelo en las afueras de la casa, en el campo, en horas de la tarde, distraí­damente entró al pajar, se sentó sobre el montón de rastrojo, que es mullido y tiene cierto olor, y cuando procedí­a a enhebrar la aguja con hilo de otro color, en ese momento se posaron unas palomas en el techo del cobertizo y con un estremecimiento soltó la aguja que sostení­a entre los dedos pulgar e í­ndice de la mano izquierda. Pero no cayó en su regazo sino que rodó más allá. Asustada, confusa, la muchacha empezó a revolver aún más la paja, buscando su minúsculo tesoro. Las delicadas manos se lastimaron y se hirieron en el inútil intento. Alguien que pasaba por allí­, posiblemente un viejo campesino de aquellos contornos, le preguntó a la patoja qué habí­a perdido, y al saberlo se sonrió él con compasiva burla. «Está buscando una aguja en un pajar». El hecho se divulgó, pero aquella fue la primera y única vez en la vida que alguien se puso a coser sobre un pajar, perdió una valiosa aguja en él, dio en buscarla, naturalmente, y jamás la encontró.

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LOS PLATOS ROTOS. A la mayorí­a de observadores nacionales les parece lógico y razonable que nadie quiera pagar los platos rotos, toda vez que jamás aparecen los verdaderos responsables de haberlos roto y siempre son personas inocentes quienes terminan pagándolos. (Los platos nunca se rompen solos ni por invisible o espectral mano, eso es seguro, aunque lo ideal serí­a que los platos permaneciesen enteros todo el tiempo). Cada poco alguien se queja de que tiene que pagar los platos que otros rompieron, sin saber con certeza la identidad de esos rompedores profesionales de platos, ni con qué inconfesable intención los rompen, pero con la perversa seguridad de que otros simples de espí­ritu han de pagarlos, ya que siempre, según la tradición y las buenas costumbres, alguien tiene que satisfacer o abonar la deuda implí­cita en la rotura de los platos, sobre todo si son de fina loza, vidrio importado, e incluso de simple barro de Chinautla.

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LAS MICHELECCIONES. En mi calidad de fundador, secretario general e ideólogo de Abstencionistas Anónimos, Capí­tulo Guatemala, fui invitado a participar como observador internacional y garante (?) de la fraudulenta patraña electorera en el Estado libre asociado de Honduras, invitación que obviamente decliné por ofensiva a mi inclaudicable vocación democrática, bolivariana y martiniana, por lo que no podí­a avalar con mi modesta presencia unos viciados micheletisufragios militarizados y oligarquizados, con los que se ha pretendido continuar dándole atol demagógico, made in USA, con el dedote mugriento, al noble y sufrido pueblo hondureño.