R E A L I D A R I O (DCLII)


HAMBRE INVICTA. Pocas cosas hay tan agradables como eso de acomodarse en un mullido sillón, después de una buen desayunada -desde el jugo de naranja hasta el café con leche-, a leer los diarios de la mañana, en donde es fácil enterarse de casos personalizados o individualizados de hambre, desnutrición, inanición e incluso muerte infantil, con nombres, apellidos y localización de la aldea o caserí­o, más dos o tres fotografí­as de las ví­ctimas y sus covachas. En ese punto de la lectura, antes de llegar a las páginas de opinión, el lector urbano, en especial capitalino, siente necesidad de una bebida que le facilite la digestión (esos huevos con jamón y los frijoles volteados), tal vez una manzanilla con miel o un té negro aromatizado con esencias naturales de manzana y canela, para así­ llegar invicto a la hora del almuerzo, no vaya a ser.

René Leiva

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Encima y debajo la mesa. En un paí­s como el de la eterna, todo cuanto se hace sobre la mesa tiene mucho menos importancia que aquello realizado bajo la mesa. Existe una correlación del 25 por ciento y el 75 por ciento respectivamente. En tal virtud, convendrí­a poner debajo de la mesa varias cámaras de video, potentes micrófonos y todo tipo de aparatos electrónicos de última generación, capaces de detectar cuanto ocurre en dicho lugar poco iluminado, en el que suelen colocarse las extremidades inferiores de quienes se sientan ante ese mueble. Mientras lo que sucede encima de la mesa es materia prima para la prensa independiente, al cuerpo diplomático, los paí­ses donantes y el pueblo sediento de información fresca, lo que acontece bajo esa misma mesa viene a ser, después de todo, lo esencial, el eje, el meollo, el tuétano, la razón de ser de la puesta en escena. Sobre la mesa, micrófonos, botellas de agua, microprocesadores, ejemplares de la Constitución Polí­tica… Bajo la mesa, la fila de arcos del triunfo, bien ensillados.

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Cuero de danta. Mi amiga la danta, también conocida como tapir, por este medio, desea aclarar que ella nunca en su vida ha prestado, alquilado o dado en adopción su resistente cuero a ningún abogángster (sic) que pretenda ser candidato a magistrado de la Corte Suprema de Justicia o de Salas de Apelaciones. A sus oí­dos ha llegado, dice mi amiga la danta, que varios personajes de muy discutible idoneidad en el campo de la administración de justicia, andan luciendo el cuero que sólo a ella le pertenece por los siglos de los siglos, según designios del Creador y de la madre naturaleza. No se explica, asegura, cómo o de qué manera esos individuos inescrupulosos han logrado falsificar un pellejo cuya calidad, pureza, elasticidad y solidez ha tomado miles de años de fatigosas pruebas en las agrestes selvas de Asia, Centro y Sudamérica. Todo lo cual, añade mi amiga la danta, da una idea de la catadura moral y ética de los aludidos personajes; por lo cual se reserva el derecho de presentar la denuncia respectiva ante los tribunales competentes (sic).

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Las almas en pena de Manuel Estrada Cabrera y de Jorge Ubico todaví­a insuflan el juicio de los actuales oligarcas como una manera de continuar vigentes en la memoria colectiva de los oprimidos.