No todo lo que parece pato es pato. Mi amigo el pato, quien es un verdadero experto en la materia, asegura que no todo lo que camina a semejanza suya, nada como dicha ave palmípeda y además emite un graznido parecido a ¡Cuac! ¡Cuac!, tiene por qué considerarse con probabilidades absolutas de que por fuerza se trate de un pato. No necesariamente, dice mi amigo el ánade. Y es que a él le consta, según ratifica, que hoy en día andan muchos patos impostores por allí, farsantes y falsarios, que se ponen a hacer ¡Cuac! ¡Cuac!, a nadar como nadan los patos y a caminar muy parecido a los patos, logrando con tales desplantes histriónicos embaucar a la gente ingenua y desconocedora, que sólo se fija en apariencias y superficialidades, pero que nunca jamás podrían engañar a un pato genuino, legítimo y auténtico. De tal manera, mi amigo el ánsar, por este medio, insta a la ciudadanía honrada y trabajadora a no dejarse burlar por aquellos inescrupulosos que, de manera burda y grosera, según ellos caminan y nadan como patos y encima de eso hacen ¡Cuac! ¡Cuac!, etcétera, pero de verdaderos patos no tienen ni una pinche pluma. Además, mi amigo el pato promete desenmascarar y poner en evidencia a todos esos individuos que con fines inconfesables se dedican a imitarlo, como si tal cosa fuese posible.
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Doble discurso. En mi caso, que ni a medio discurso llego, me parece admirable e incluso envidiable aquel sujeto que posee la capacidad de manejar doble discurso o sea dos discursos en uno, discurso cuache o discurso siamés. En lo personal no conozco todavía a ninguna persona que utilice doble discurso, ya que suelo relacionarme más bien con gente sencilla y modesta, con sólo un discurso o nada más con medio discurso, como yo mismo, pero tengo conocimiento acerca de políticos, principalmente, de dignatarios, funcionarios públicos y empresarios para quienes emplear doble discurso es práctica habitual y corriente. En tal virtud, por ahora no tengo manera de averiguar el procedimiento utilizado por los privilegiados para emplear discurso duplo o par, pero me imagino que estas no son personas comunes y ordinarias, sino que han debido tener estudios académicos avanzados, maestrías y especializaciones en instituciones de alta tecnología; o bien poseen un don innato o congénito, que posiblemente radica en los cromosomas, el ácido desoxirribonucleico y los genes mismos de la persona así agraciada. En fin, tal vez en un futuro cercano, cuando la evolución haya avanzado varios escalones más, todos los seres humanos sin excepción llegaremos a manejar dos, tres y hasta cuatro discursos cada uno, lo cual entonces a nadie maravillará.
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Olfato político. Es opinión generalizada de los expertos que el olfato político debe y sólo puede entrenarse, pulirse y cultivarse en determinados lugares creados por el ser humano para el efecto, tales como el basurero de la historia (principalmente), el relleno sanitario de la zona 3, basureros y mingitorios más o menos clandestinos, servicios sanitarios del honorable Congreso Nacional y dependencias públicas, excusados de cuarteles y zonas militares, retretes o reservados de las cámaras empresariales, cloacas municipales, quirófanos, morgues y depósitos de cadáveres. O sea que nunca son las aulas universitarias, las tribunas, los hemiciclos, los escenarios públicos, las manifestaciones populares donde el olfato político encuentra el medio idóneo para percibir, asimilar y transformar las mejores esencias y emanaciones políticas. Y no debe olvidarse que la función hace al órgano. Y desde luego, un verdadero olfato político también significa buenos pulmones, óptima química cerebral, y estómago, mucho estómago. Lo demás se da por añadidura. En resumen, un buen olfato político está en conexión directa con los propios desechos humanos.