R E A L I D A R I O (DCIII)


No todo lo que parece pato es pato. Mi amigo el pato, quien es un verdadero experto en la materia, asegura que no todo lo que camina a semejanza suya, nada como dicha ave palmí­peda y además emite un graznido parecido a ¡Cuac! ¡Cuac!, tiene por qué considerarse con probabilidades absolutas de que por fuerza se trate de un pato. No necesariamente, dice mi amigo el ánade. Y es que a él le consta, según ratifica, que hoy en dí­a andan muchos patos impostores por allí­, farsantes y falsarios, que se ponen a hacer ¡Cuac! ¡Cuac!, a nadar como nadan los patos y a caminar muy parecido a los patos, logrando con tales desplantes histriónicos embaucar a la gente ingenua y desconocedora, que sólo se fija en apariencias y superficialidades, pero que nunca jamás podrí­an engañar a un pato genuino, legí­timo y auténtico. De tal manera, mi amigo el ánsar, por este medio, insta a la ciudadaní­a honrada y trabajadora a no dejarse burlar por aquellos inescrupulosos que, de manera burda y grosera, según ellos caminan y nadan como patos y encima de eso hacen ¡Cuac! ¡Cuac!, etcétera, pero de verdaderos patos no tienen ni una pinche pluma. Además, mi amigo el pato promete desenmascarar y poner en evidencia a todos esos individuos que con fines inconfesables se dedican a imitarlo, como si tal cosa fuese posible.

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René Leiva

Doble discurso. En mi caso, que ni a medio discurso llego, me parece admirable e incluso envidiable aquel sujeto que posee la capacidad de manejar doble discurso o sea dos discursos en uno, discurso cuache o discurso siamés. En lo personal no conozco todaví­a a ninguna persona que utilice doble discurso, ya que suelo relacionarme más bien con gente sencilla y modesta, con sólo un discurso o nada más con medio discurso, como yo mismo, pero tengo conocimiento acerca de polí­ticos, principalmente, de dignatarios, funcionarios públicos y empresarios para quienes emplear doble discurso es práctica habitual y corriente. En tal virtud, por ahora no tengo manera de averiguar el procedimiento utilizado por los privilegiados para emplear discurso duplo o par, pero me imagino que estas no son personas comunes y ordinarias, sino que han debido tener estudios académicos avanzados, maestrí­as y especializaciones en instituciones de alta tecnologí­a; o bien poseen un don innato o congénito, que posiblemente radica en los cromosomas, el ácido desoxirribonucleico y los genes mismos de la persona así­ agraciada. En fin, tal vez en un futuro cercano, cuando la evolución haya avanzado varios escalones más, todos los seres humanos sin excepción llegaremos a manejar dos, tres y hasta cuatro discursos cada uno, lo cual entonces a nadie maravillará.

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Olfato polí­tico. Es opinión generalizada de los expertos que el olfato polí­tico debe y sólo puede entrenarse, pulirse y cultivarse en determinados lugares creados por el ser humano para el efecto, tales como el basurero de la historia (principalmente), el relleno sanitario de la zona 3, basureros y mingitorios más o menos clandestinos, servicios sanitarios del honorable Congreso Nacional y dependencias públicas, excusados de cuarteles y zonas militares, retretes o reservados de las cámaras empresariales, cloacas municipales, quirófanos, morgues y depósitos de cadáveres. O sea que nunca son las aulas universitarias, las tribunas, los hemiciclos, los escenarios públicos, las manifestaciones populares donde el olfato polí­tico encuentra el medio idóneo para percibir, asimilar y transformar las mejores esencias y emanaciones polí­ticas. Y no debe olvidarse que la función hace al órgano. Y desde luego, un verdadero olfato polí­tico también significa buenos pulmones, óptima quí­mica cerebral, y estómago, mucho estómago. Lo demás se da por añadidura. En resumen, un buen olfato polí­tico está en conexión directa con los propios desechos humanos.