R E A L I D A R I O (DCCVI)


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RELACIí“N SENTIMENTAL. En ciertos sectores pudorosos vienen denominando relación sentimental a la que debe entenderse, la mayor parte de las veces, como aquella que se realiza con cierta regularidad y casi siempre dentro de una habitación en la que, como reina, destaca cierto mueble formado por una armazón y un soporte sobre el que se pone un colchón, almohada y algunas prendas que lo cubren y sirve para dormir, descansar y, según el caso, ejecutar o efectuar la dicha relación sentimental, sea una pareja –ya que de pareja estamos hablando, en la mayorí­a de los casos– de novios, cónyuges, arrejuntados, amigos í­ntimos u ocasionales, sin etcétera.

René Leiva

 


¿Hasta dónde pueden llegar los sentimientos, el sentimiento, el ser muy sentimental?  ¿Hasta qué punto los sentimientos dejaron de ser lo que alguna vez fueron?  ¿Se podrí­a decir que el carácter sentimental de una relación llega a su culminación mediante el paroxismo de los sentidos, siempre que se ponga en ello todo el sentimiento?  ¿Están los sentimientos más allá de los sentidos?
¿Se ha degradado a los sentimientos hasta por debajo de la cintura, y a la vez ascendido a dicha región hasta colocarla al lado del corazón y en ocasiones suplantándolo?
¿Toda relación sentimental, así­ llamada, ha de tener consecuencias obstétricas o tocológicas, aunque no necesariamente?  ¿Es aconsejable, en tales tratos, el uso de dispositivos y de sustancias prevenibles y preservables?
Quién que es no es sentimental; incluso en una ocasional relación platónica con Manuela Palma.
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CHATEAR.  ¿Quién no se equivoca en materia de neoadaptaciones gráficas de voces extranjeras, sobre todo si desconoce el idioma de Obama?  Yo pensaba que eso de “chatear” era tocarle la nariz a una guapa chatí­a veinteañera, sea con la mano o con la propia nariz de uno, en respetuosas caricias consentidas como preludio al éxtasis amoroso.  Pues resulta que no. “Chatear”, según me indican, nada tiene que ver con andar uno en demostraciones de cariño para con la dama de sus desvelos y amaneceres con desayuno incluido.  Cabalmente, chatea quien se sienta ante una frí­a e indolente máquina en una especie de cháchara virtual, sin nariz de por medio, de carne y hueso, sea chata, aguileña, griega o perfilada, mocosa o despejada.
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INTERESAR: Tener relaciones novelescas con Teresa, quien es la primavera encarnada.